Perplejos y atemorizados, una mayoría de los líderes políticos, económicos y financieros que han pasado estos días por la ciudad suiza de Davos para participar en el anual Foro Económico Mundial han constatado lo que empieza a ser ya un axioma irrefutable para todos menos para la canciller alemana, Angela Merkel, y quienes en Europa secundan sin rechistar sus políticas, es decir, los halcones del centro y el norte de Europa, la atribulada Francia de Sarkozy y los países periféricos, como España o Italia, que se limitan a cumplir órdenes: Sin crecimiento no hay salida a la crisis y con austeridad salvaje no habrá crecimiento.

"Nunca había tenido tanto miedo como ahora de lo que está pasando en la eurozona. Hagan algo. Háganlo rápido. Sí, ya sé, no hay dinero: búsquenlo". Las afirmaciones del presidente del Gobierno autónomo de Hong Kong, Donald Tsang, recogidas el domingo por El País, ilustran las sensaciones emanadas desde Davos: la austeridad en Europa para controlar los déficits y frenar la sangría de la crisis de la deuda soberana ha acabado por provocar la recaída en la recesión del continente. Pero, dado que, como afirmó en el mismo foro la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, "ningún país es inmune en la situación actual", los Estados, sobre todo los emergentes, que han capeado la situación internacional con crecimientos, temen verse afectados. De hecho, el FMI ya ha rebajado en casi un punto la previsión de aumento mundial del PIB para este año.

El problema para todos ellos, como se puso de manifiesto en la ciudad suiza, es que Merkel no da su brazo a torcer, se niega a aumentar la dotación del fondo de rescate permanente, como le han pedido unánimemente en Davos, y se mantiene impertérrita en su apuesta por la contención del gasto público, a pesar de que Portugal está siguiendo los pasos de Grecia y de que los expertos coinciden en que España e Italia no podrán soportar tres o cuatro años de recesión. Si ambos caen, sería el fin del euro y el derrumbe de la economía mundial.

Así que la diana de esta 42 cita de Davos ha sido la canciller alemana. Estados Unidos y Reino Unido se han mostrado críticos hasta el punto de que el ministro de Hacienda británico, George Osborne, dejó bien claro que no habrá ayuda exterior hasta que "no podamos ver el color del dinero" europeo para el rescate. La firmeza anglosajona contrasta con los países asiáticos, particularmente China, que se han mostrado dispuestos a financiar a los europeos con tal de que el barco no se hunda con ellos dentro. Y Lagarde pidió a los miembros del FMI una mayor aportación económica: "Estoy aquí, como mi pequeña bolsa, para recaudar algo de dinero".

Sin esperanzas en la cumbre de Bruselas de ayer, Davos constató que las medidas de liquidez del Banco Central Europeo han garantizado dos meses de tranquilidad en la crisis de la deuda pero también que no son la solución a los problemas europeos, que se recrudecerán si no se introducen los eurobonos, se aceleran los Estados Unidos de Europa y, de una forma inminente, se lanzan planes de estímulo en países como Alemania que faciliten las exportaciones desde otros, como España, con su consumo en mínimos.