El viernes pasado nos acostamos con una rebaja de dos escalones en nuestro rating que realizó la empresa de calificación S&P y amenazando con caer otro peldaño si la reforma laboral no se realiza rápido.

Crédito bancario desde dos puntos de vista: entre bancos y el de las entidades financieras a clientes (particulares y pymes).

El primero ha quedado recientemente demostrado que no existe. Más de 25.000 millones de euros necesitaron el mes de diciembre las entidades financieras españolas para afrontar pagos y no han acudido para ello a la financiación interbancaria o vía BCE. Han recurrido a la comercialización de diferentes productos financieros, con mayor riesgo que los depósitos a plazo fijo tradicionales, como son los pagarés, los bonos o las obligaciones convertibles.

El segundo, debido a lo que explicábamos anteriormente, no existe salvo que se conceda la hipoteca para comprar un inmueble a una entidad financiera. En ese caso si que hay préstamo a conceder.

Por lo tanto, la caída del rating es sinónimo de encarecimiento de la financiación del Estado y por ende de las entidades financieras, mientras que el cierre casi por completo del grifo interbancario (unido al de pymes y particulares) supone el diseño y la comercializaición de productos de ahorro más complejos para los clientes.

¿Qué significa todo esto en las finanzas personales de los ahorradores? En operaciones de activo (préstamos y créditos) , lo antes señalado derivará en una reducción de los márgenes de las entidades financieras que se repercutirán en una subida de los diferenciales a aplicar en las operaciones que conceda.

En operaciones de ahorro, se dará la proliferación de productos de alto rendimiento o conocidos como de ´elevada rentabilidad´, con lo cual se tenderá a reducir la oferta de productos sin riesgo, léase depósitos bancarios tradicionales e imposiciones a plazo fijo, para entrar de lleno en los estructurados (depósitos estructurados o combinados con fondos de inversión por ejemplo) en los cuales el ahorrador puede optar a una buena rentabilidad pero a cambio de asumir determinado riesgo en su inversión.

Nuevos productos, complejidades en su funcionamiento, mayores niveles de asunción de riesgo en los mismos, todo un nuevo panorama en tema de productos bancarios para los ahorradores intentando desviar fondos de los depósitos bancarios tradicionales hacia complejos productos de ahorro/inversión.

Las entidades financieras, para intentar dirigir a los ahorradores en esa dirección, bien reducen la rentabilidad en los depósitos sin riesgo para hacerlos menos atractivos y que se oriente los ahorradores más hacia los nuevos productos, bien comercializarán porductos con riesgo pero con el capital garantizado, con lo cual no deja de ser otra forma de limitar el riesgo y las potenciales pérdidas de capital inicial.

Toda medida encaminada a encarecer la financiación a las entidades financieras, irá aparejada de una necesidad de la banca de captar más dinero ´nuevo´ en productos más de ingeniería financiera que el típico depósito bancario de toda la vida y, por lo tanto, reducción de la rentabilidad de los productos sin riesgo, para primar a aquellos en los cuales se adquiere parte de riesgo.

O sea, que para obtener una rentabilidad determinada que hace seis meses implicaba ausencia de riesgo, en estos momentos y en un futuro próximo, la cosa derivará hacia que se necesitará asumir riesgo (depende de la cuantía del mismo de la entidad y la tipología de producto) para poder conseguir la rentabilidad anterior.

Conclusión: el gran perjudicado financieramente hablando de los recortes sige siendo el ahorrador medio ya que sufrirá una caída de la rentabilidad de sus productos al tener que asumir riesgos que hasta ahora no tenía.

José Luis Del Campo Villares, iAhorro.com