Cinco años después de dar la espantada en el Fondo Monetario Internacional (FMI), Rodrigo Rato hizo efectiva ayer su dimisión como presidente de Bankia y su matriz, el Banco Financiero y de Ahorros (BFA) mientras el Gobierno y el Banco de España ultiman un plan para salvar la entidad participada por Bancaja que sirvan de sutura a la sangrante herida inmobiliaria que tiene al banco al borde de la UVI. Rato informó de su decisión en un comunicado en el que anunció que propondrá como nuevo presidente ejecutivo de las dos entidades al exconsejero delegado del BBVA hasta septiembre de 2009, José Ignacio Goirigolzarri.

La situación de Bankia era insostenible, aunque Rato no se cansara de repetir un día tras otro que la entidad cumpliría por sus propios medios con las exigencias de provisiones y capital requeridas por el Gobierno para hacer frente a su abultado crédito inmobiliario -37.500 millones, de los que la mitad eran tóxicos-. Como entidad sistémica que se convirtió al sumarse los activos de Bancaja, Caja Madrid y otras cinco cajas de menor tamaño, la supervivencia de Bankia había devenido la piedra angular del sistema financiero español.

Fracasada la fusión con Caixabank y denegadas por impracticables operaciones con entidades más pequeñas, Rato se ha enfrentado en numerosas ocasiones a su antiguo subordinado en el ministerio de Economía, ahora su titular, Luis de Guindos, en busca de una solución ad hoc que debía pasar por la creación de un banco malo. En las próximas horas o días se conocerá cuál es el plan de saneamiento, pero todo indica que conllevará elevadas ayudas para la entidad. De ahí que el propio Rato afirmara ayer a El Mundo que ha dimitido "para que no se entienda que las eventuales ayudas públicas han sido decididas para favorecer a una persona ligada al PP".

Sea como fuere, la entidad estaba señalada por todos. El primero de ellos, el FMI. Con la prima de riesgo disparada, Bankia se había convertido en un auténtico problema para la deuda del Estado pero también para sus principales competidores. Hace días que circulaba el nombre de Goirigolzarri como el del salvador, pero se le atribuía el cargo de consejero delegado. Al parecer, tras su experiencia frustrante en el BBVA en ese mismo cargo, solo aceptaba la presidencia ejecutiva. Y el Gobierno ha accedido.

Rato se convirtió en presidente de Caja Madrid en enero de 2010 por deseo del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, e imponiéndose al candidato de la presidenta madrileña, Esperanza Aguirre. Llegó con la vitola de que crearía un gran banco. Tras el intento fallido de unirse a Caixa Galicia y la CAM, logró engatusar a Bancaja y, junto a Caixa Laietana, Caja Canarias, Caja La Rioja, Caja Segovia y Caja Ávila, alumbraron en junio de 2010 el Banco Financiero y de Ahorros (BFA).

La salida a Bolsa de Bankia en julio de 2011 es el gran hito de sus dos años de mandato. Dos ejercicios que, por lo que respecta a Valencia, han tenido dos hechos destacados por lo negativo de los mismos: la intervención del Banco de Valencia -Bankia, con un 27,5 %, no se responsabilizó de la entidad y la calificó de mera inversión financiera cuando Bancaja controló su destino desde 1994- y la inmediata dimisión de José Luis Olivas como vicepresidente de Bankia y la posterior auditoría que encargó para revalorar la aportación del grupo valenciano a Bankia, al entender que los números que aportó en la fusión no eran los reales. Es una acción que no está del todo claro que el nuevo presidente vaya a parar, porque tuvo muchos instigadores en Madrid, pero a lo mejor tampoco importa ya, porque Rato, que dará el relevo el viernes, deja una entidad prácticamente intervenida y, por tanto, nada será ya como ahora.