El plan de salvación de Bankia, siempre y cuando se sustente, como parece, en ayudas públicas en forma de préstamo, no augura nada bueno para la obra social de Bancaja y, si esos créditos acabaran convertidos en capital, es la propia entidad la que tiene un futuro ciertamente negro. A la espera de conocer cómo pretende llevar a cabo el Gobierno el saneamiento de la entidad —el C0nsejo de Ministros del viernes tiene previsto aprobar un decreto de reforma financiera—, todo indica que la fórmula a utilizar será la de los bonos contingentes convertibles, unos préstamos de aproximadamente el 8 % de interés que se transforman en capital a partir de un nivel crítico de solvencia. Se está hablando de una cifra variable de entre los 7.000 y los 10.000 millones de euros. La matriz de Bankia, el Banco Financiero y de Ahorros (BFA), recibió hace dos años del FROB 4.465 millones a un tipo cercano al 8 % que debe devolver no más allá de 2015. En conjunto, Bankia tendría entre 11.465 y 14.465 millones en préstamos a retornar por los que debería pagar anualmente entre 917 y 1.157 millones. Una enormidad, si tenemos en cuenta que la entidad cerró el ejercicio 2011 con un beneficio de 304 millones.

Fuentes financieras consultadas por este diario aseguraron que, a pesar de que la inyección monetaria permitirá a Bankia tener liquidez para reducir sus provisiones contra resultados, tal volumen de intereses es tan elevado que se comerá, al menos en una parte muy considerable, los beneficios que pueda obtener en los próximos ejercicios, sin contar el acopio que deberá hacer para devolver el principal. Todo ello augura que, tal como ya ha sucedido este año, Bankia difícilmente podrá repartir dividendo al BFA, cuyos accionistas son las cajas. Es decir, que estas no dispondrán de ingresos para sus obras sociales.

Así las cosas, las fuentes consultadas afirman que Bancaja tendrá que echar mano de su tesorería para sobrevivir. Ahora dispone de 110 millones, que le permitirían cubrir cuatro años. Si para entonces la situación en Bankia no se ha solventado, la obra social estaría condenada y se podría ver en la tesitura de ir a la liquidación. Una opción menos desastrosa sería crear una fundación para todo el grupo con los rescoldos de las obras sociales de las siete cajas que lo integran.

La citada carga de Bankia, no obstante, podría reducirse si, como sería posible, el plan de saneamiento incluye la conversión en capital de los 4.465 millones en participaciones preferentes que el FROB dio al BFA. En ese supuesto, el fondo entraría en el accionariado a costa de las cajas. Se calcula que podría quedarse con un 48 % del total, de tal forma que la participación de Bancaja bajaría del 37,7 % actual a aproximadamente un 19 %, mientras que su paquete en Bankia caería del 17 % al 8,5 %. Esto siempre y cuando la auditoría encargada por el banco para revaluar la aportación de Bancaja /Banco de Valencia al grupo en el momento de la unión, cuyo informe ya ha sido entregado por la consultora KPMG, no da lugar a un recorte, una decisión que deberá analizar el nuevo presidente, a quien se considera proclive a las fundaciones bancarias, como demostró en su etapa en el BBVA.

Si la parte de las cajas cayera por debajo del 25 %, estas deberían automáticamente convertirse en fundaciones. Eso supondría la defunción irreversible de la entidad de ahorros y de todas sus estructuras. En concreto, ya no sería necesaria una asamblea ni un consejo de administración ni una comisión de control, que deberían ser disueltas. En ese supuesto, la Generalitat debería hacer un decreto determinando cómo se elegirían a los órganos de gobierno de la fundación.