¿Cómo se siente el vicepresidente de un banco intervenido y otro nacionalizado?

No he sido vicepresidente ni consejero, sino mandatario. Yo he sido el representante de un consejero en el Banco de Valencia. Fue vicepresidente una sociedad que se llama Operador de Banca Seguros, que consolidaba en el balance, primero con Bancaja y luego con BFA y que estaba obligada a seguir las directrices de la matriz. No es una excusa por si alguien hubiera cometido un delito. No voy por ahí.

Pero usted era vicepresidente de la matriz, de Bancaja, y alguna responsabilidad tendría, ¿no?

No eludo responsabilidades. La gestión de las participadas en Bancaja no compete al vicepresidente, sino al grupo y en esa determinación de funciones intervienen el director general, el presidente y el consejo de administración, al que se daba cuenta con cierta frecuencia de la situación del Banco de Valencia. No es una disculpa. Describo una realidad según la cual yo era un mandatario. Dicho esto, si quiere saber cómo me siento, le diré que me siento enormemente consternado. No se lo puede ni imaginar. No haber sido capaz de aportar más motiva que, a pesar de que tengo la conciencia muy limpia, me sienta obligado a pedir perdón por no haber sido capaz de hacer más. Ahora, juro que toda mi vida me he esforzado por llevar una vida honesta y que en toda mi trayectoria en Bancaja y Banco de Valencia no ha habido ni un solo acto indecoroso que pese sobre mi conciencia. Lo juro por mis hijos.

Bien, pero ahora todos los consejeros culpan a los directivos, como ha sucedido en la CAM. Insisto ¿no tenían ustedes ninguna responsabilidad?

Claro, las que la ley determina. Separemos Bancaja y Banco de Valencia, porque las situaciones no son exactas. Es verdad que hay un problema de gobernanza en las cajas de ahorros, pero así lo marca la ley. La triste realidad es que, con ese mecanismo de elección, el porcentaje de consejeros que puede ser capaz de interpretar mínimamente una circular del Banco de España es muy exiguo, ridículo. La influencia de los directivos es enorme y no lo digo como excusa. Es enorme porque el sentido común lo dice. Ellos son los que manejan el día a día y los que tienen capacidad técnica. No me estoy justificando. La realidad es que en los consejos de Bancaja que yo he conocido la media estaría en un nivel cultural de magisterio. Gente honesta, con la mejor voluntad, pero que no podía entender ni tenía ninguna capacidad de enfrentarse a una decisión de un ejecutivo mucho más preparado y que manejaba los datos.

¿Y los que estaban preparados, como usted, por qué no se enfrentaron a los directivos?

Sí lo hicimos. A la altura de 2007 Bancaja estaba en una situación que parecía idílica. Venía de unos años creciendo dos dígitos, tenía una cobertura que permitía ese circular tan rápido. En aquel momento, la morosidad era del 0,4 %, con una cobertura de dotación del 326 % y unas plusvalías latentes impresionantes [con las participadas]. Cuando en agosto de 2007 cae el mercado mayorista [tras el escándalo de las hipotecas subprime], me pareció que había que tomar precauciones. En el otoño ya empieza a repuntar la morosidad y me parecía que no podíamos consentir que se fuera rebajando la cobertura, porque eran nuestras reservas. Era partidario de realizar plusvalías, porque es volátil como valor. Planteé que se realizaran para que no se volatilizaran, como ocurrió. En aquel momento, con las plusvalías latentes, incluido el Banco de Valencia, por el que teníamos ofertas, hubiéramos obtenido entre cinco y seis mil millones. Eso nos hubiera puesto a reserva de cualquier riesgo posterior. Lo planteé en una comisión ejecutiva la primera semana de septiembre de 2007. Desde entonces y hasta el verano de 2008 seguí planteándolo. Pero no se participaba de mi opinión y eso que tuve comidas de trabajo específicas con el presidente [José Luis Olivas] y el director general [Aurelio Izquierdo] sobre esa materia.

¿Y el resultado siempre fue el no?

Absolutamente, infructuoso.

¿Por qué?

No participaban de una opinión tan pesimista, que el Banco de España estaba tranquilo, que todo el mundo estaba tranquilo... La primera semana de septiembre de 2008 exijo que conste en acta una intervención mía ante el consejo de administración. Algunos consejeros se pensaban que me había vuelto loco, que había un contenido político o que quería quitar al presidente para ponerme yo. Me insistieron en que eso provocaría poco menos que la caída de los mercados, que sería un desastre, que por favor no constara en acta. Al final me conformé con un documento firmado por el secretario en el que decía que mi intervención había sido aquella.

¿Qué pasó después?

Al día siguiente se plantó en mi despacho un directivo de Bancaja...

¿Quién?

Voy a evitar decir nombres. No era el director general. Necesitaban que yo dimitiera en vista de las circunstancias.

A instancias de Olivas...

A instancias de quien pudiera. Solo hablo de lo que puedo probar. Al final le dije que mi único requisito es que me lo pidiera el presidente. Era un viernes. Me dijo que el presidente estaba fuera el fin de semana y que el lunes me diría algo. El lunes me dijeron: «No, no, que dice el presidente que no hay problema». Luego, por desgracia, los acontecimientos se precipitaron con tanta rapidez que mi teoría principal, la de realizar plusvalías, fue perdiendo semana a semana su sentido, porque se fueron volatilizando. Las provisiones se fueron consumiendo por el incremento descomunal de la morosidad a partir de 2008.

Cuando a finales de 2009 y principios de 2010 usted oía a Olivas decir que Bancaja se reservaba para la segunda fase de fusiones porque no las necesitaba ¿qué pensaba?

Lo dejo para mi interior. No quiero hablar mal de nadie porque no tengo motivos. Además, luego la relación se recompuso.

Da la impresión, cuando van a pedirle la dimisión, de que en Bancaja había una auténtica caza de brujas con los discrepantes.

Yo no diría eso.

¿La llegada de Olivas en 2004 a la presidencia de Bancaja marca un rumbo distinto a la entidad? Se convierte en un presidente ejecutivo, con mucha incidencia en la gestión.

No tanto. La gestión de verdad la llevan los ejecutivos.

A las órdenes del presidente.

No intente sacarme nada contra Olivas. Tengo un gran respecto por todo el mundo y creo que cada uno tiene su conciencia y sus problemas.

¿Y en el Banco de Valencia?

También planteo la realización de plusvalías... Bancaja podía haber sacado 500 millones con Iberdrola y luego nos ha costado de core capital por deterioro más de 1.500 millones. La diferencia es de 2.000 millones. En el Banco de Valencia no encontré ningún apoyo en el consejo. Creo que ahí pesó extraordinariamente €en Bancaja podía pesar el prestigio político de un presidente, en la tradición de cómo funcionan las cajas€ la influencia tremenda que el consejero delegado [Domingo Parra] tenía sobre todos y cada uno de los consejeros, especialmente cultivada con relación de amistad, de salir a comer o cenar. Había una relación muy profunda. Ahí le puedo decir que la única excepción €puede que hubiera alguna más€ era yo. Por eso me irrita profundamente verme en la situación en que me ha puesto la junta del Banco de Valencia. Ellos eran de todos los sábados salir a cenar. Son gente muy respetable que ha hecho lo que ha podido, pero yo estaré entre los pocos que no he tenido ninguna relación económica con el banco, ni tengo ni un solo euro de deuda con él. Fui el único que planteó realizar plusvalías y nadie me siguió.

Por tanto, los consejeros del banco lo último que pueden hacer es culpar a Parra, ¿no?

Cuando los consejeros dicen que la posición de Domingo Parra era de control absoluto y radical no mienten.

¿Y usted cree que esa es la actitud que debe tener un consejero que cobra una gran cantidad de dinero?

Visto a toro pasado es muy fácil decirlo, pero evidentemente, no. Pero la realidad es que son gente cargada de buena fe, que se jugaba su dinero y a la que creo que no se puede reprochar nada. Otra cosa es que pretendan ahora echar toda la culpa sobre Bancaja. Han sido consejeros como los demás. Tampoco eran técnicos especialistas...

Pero eran empresarios, no representantes de los impositores, como algunos de Bancaja.

Un banco es una cosa muy especializada. Cuestiones comerciales están al alcance de cualquiera, pero lo que es materia de control, las materias contables, son extraordinariamente complejas. Es muy difícil que un consejero de a pie se entere de muchas cosas de las que pasan.

Entonces, ¿para qué sirve un consejo? Si unos consejeros no estaban preparados...

No quisiera que sacara una conclusión tan radical...

Si resulta que otros...

Le hablo de un aspecto concreto de la gestión, que es la de control contable.

Si no tenían ninguna responsabilidad...

No estoy excluyendo la responsabilidad. Además, ya he dicho que sobre mi conciencia pesa más de lo que debería. Los consejos tienen la responsabilidad que la ley marca. Lo que digo es que es completamente imposible que quien no está en el día a día pueda determinar si el volumen de saneamiento que se aplica a un crédito es correcto o no.

¿Y ustedes al menos no se percataban de los enormes riesgos que corría la entidad con algunas operaciones

inmobiliarias que sí pasaban por el consejo?

En aquel momento, con los riñones tan cubiertos como los teníamos, había una obsesión generalizada por crecer.

¿Por qué se crecía aquí en el sector inmobiliario? porque era lo que la demanda tiraba. A partir de 2004, un porcentaje altísimo de la demanda de crédito es inmobiliaria. Eso ocurría en el PIB y en la Comunitat Valenciana. No es que nosotros dijéramos: «Vamos a centrarnos en el inmobiliario». Esa decisión nunca existió. Los créditos se daban a demanda de la sociedad. Visto ahora, creo que los profesionales ya debieron haber tenido en cuenta una limitación de concentración de riesgo sectorial. La Comunitat Valenciana fue donde se creó el espejismo y donde explotó la burbuja. Lo que ha ocurrido en Bancaja, CAM y Banco de Valencia tiene una parte muy importante de reflejo de lo que ha pasado en la sociedad valenciana. Los créditos, además, no se concedían a gente que de pronto montaba un chiringuito o una empresa de construcción. Los que de verdad han hecho daño son los de toda la vida, son las grandes inmobiliarias las que nos han dicho «Aquí tienen ustedes el suelo y la promoción», gente a la que se le venía dando créditos desde hacer veinte y treinta años. Los grandes de aquí. La burbuja no la creó el sistema financiero. No sé tampoco por qué el sistema financiero ha de ser el que diga por dónde debe ir una economía.

Tras la intervención del banco, se detectó un enorme agujero...

Pensar que un consejo se ponga de acuerdo con los directivos y con el auditor para falsear las cuentas es un disparate. No beneficia a nadie. Además, al final de 2010 y luego en febrero de 2011, el Banco de España estaba de inspección viendo las cuentas. Al Banco de España no se le puede reprochar nada.

¿Entonces a quién se le puede reprochar el hundimiento de las cajas?

Usted busca un titular y yo creo que el único es: «Fuenteovejuna».