Por más que Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, (BCE), se desgañite defendiendo que el euro es irreversible, cada vez son más quienes opinan que la moneda única necesita un «plan B» para salvarse ante el grave escenario que presentan Grecia y Portugal, las dudas sobre Italia y el posible rescate al que se enfrenta España este otoño.

Un artículo publicado la semana pasada por la revista británica «The Economist» sugiere a la canciller alemana Angela Merkel, jefa de facto de la eurozona, varias posibilidades en caso de que le falle su estrategia actual para salvar el euro basada en la austeridad del gasto.

La revista aconseja a la canciller dos opciones para rescatar la moneda única. Una es la salida de Grecia de la eurozona, operación que denominan «Grexit», (uniendo las palabras Grecia y «exit», salida en inglés) y otra, más amplia, es el abandono del euro por parte de los países en dificultades, entre ellos España. Los expertos de la revista se decantan por esa opción, pero también advierten a la dama de hierro germana que los riesgos económicos y financieros serían de gran envergadura y presionar en dicho sentido tendría una magnitud mucho más difícil de coordinar que la salida de Grecia únicamente.

Otro inconveniente de ambas opciones, incluso si funcionaran, es que muchos beneficios tardarían años en manifestarse, mientras que los costes se sentirían de inmediato «y se culparía de ello a usted (Merkel) y a su Gobierno», resalta «The Economist».

El artículo destaca que el plan de rescate para Grecia, que califica de desastroso, no está funcionando; Irlanda y Portugal están haciendo algunos progresos, pero todavía les queda un largo camino por delante y podrían fracasar con facilidad. Además, España parece que podría necesitar un rescate total, más allá del parcial ya pedido para los bancos, que la mandataria europea esperaba que fuese suficiente.

A las recetas que llegan de la revista británica €donde el euro no ha sustituido a la libra€ se unen otras cocinadas en España por economistas como Xavier Sala i Martín, que en las «veinticinco propuestas para salir de la crisis económica europea», hechas públicas la pasada primavera, definía al euro como una moneda que la teoría económica decía que no debía ser creada, «una teoría que fue ignorada por una clase política que desoyó el consejo de los economistas». La «trágica» decisión, a su juicio, la pagan los ciudadanos. Para contrarrestarla sugiere ir a una unión fiscal, antes que la emisión de eurobonos, así como crear una institución supervisora europea y separar claramente el déficit estructural del Estado del dinero que se emplea para rescatar a los bancos.

Xavier Sala matiza que, en contra de lo que muchos economistas repiten como un mantra, la crisis europea actual no tiene nada que ver ni con los bonos tóxicos americanos €prohibidos por el Banco de España€ ni con Lehman Brothers o la codicia de Wall Street y sí con los centenares de miles de millones de bonos tóxicos procedentes de la burbuja inmobiliaria de la Costa del Sol. También considera fundamental que la salida de Grecia sea «amistosa» para evitar que desate ataques especulativos contra España, Portugal e Italia.

Al otro lado del charco, el profesor de Princeton y premio Nobel de Economía, Paul Krugman, pasa del «plan B» y profetiza directamente el fin de la moneda única, cuyo proceso ha descrito con pelos y señales. Krugman, detractor de la austeridad merkeliana y defensor de un aumento del gasto público para generar crecimiento, también reconoce que romper el euro ahora resultaría muy caro. Como alternativa propone acabar con las restricciones que impiden al BCE avalar la liquidez de los estados en apuros, aunque para ello tengan que cambiarse los tratados que rigen la moneda única.

Otra de las voces que reclaman una reflexión sobre un «plan B» para el euro es José Manuel Otero Novas, abogado y ex ministro €con Adolfo Suárez€, para quien es necesario analizar la conveniencia o no de continuar en una Unión Europea que sigue anexionando países con aspiración de convertirse en una potencia hegemónica mundial cuando, en su opinión, no es posible que funcione ni sea una nación.

El jurista gallego reprocha que la pertenencia al euro impida acometer una devaluación. El mayor crecimiento que España ha tenido en la edad contemporánea fue el de la década de 1960 por la devaluación brutal de la peseta en 1959. Otero Novas defiende que una salida del euro tendría que ser también escalonada y con medidas de respeto a los derechos adquiridos. Así sugiere sistemas para dejar la moneda en flotación.

En el bando contrario está el Fondo Monetario Internacional, que coincide con el BCE al asegurar que no hay «plan B» y que los costes de abandonar el euro serían enormes y provocarían una gran caída del PIB.