Las apuestas sobre la recuperación económica en Europa están concentradas en la segunda mitad de este año. El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, hizo la suya el pasado jueves, augurando un despegue "gradual" a partir de junio, diagnóstico análogo al de la Comisión Europea. Se espera que para entonces la mejora observada en las condiciones de los mercados financieros se transmita a la economía real, algo que, reconocen las autoridades comunitarias, no ha sucedido por el momento.

La recuperación europea será "gradual" -lo que significa un proceso lento y puede que no homogéneo que tardará en traducirse en creación de empleo-, porque, como han diagnosticado las mismas autoridades, prácticamente su único propulsor será la demanda exterior, la exportación. El consumo y la inversión interiores seguirán cercenados por los procesos de ajuste.

El despegue europeo queda así sujeto en primera instancia al comportamiento de los países emergentes y de EE UU. La primera economía mundial ha dado estos días señales positivas: la Bolsa de Nueva York ha recuperado niveles anteriores a la crisis, a base de la terapia monetaria expansiva que ha practicado el país; el desempleo está en el 7,7%, la menor tasa en cuatro años, y empieza a haber debate en la Reserva Federal (Banco Central) sobre la conveniencia de empezar a retirar las medidas extraordinarias de estímulo. Pero siguen en pie los riesgos del "precipicio fiscal".

En España el ministro de Economía, Luis de Guindos, ya vislumbra que la prima de riesgo bajará a 200 puntos después del verano. Y un nuevo indicador elaborado por el BBVA predice que en el último trimestre la economía habrá vuelto a tasas positivas. De momento, está cayendo al peor ritmo de la segunda recesión de esta crisis económica que ya dura cinco años.