La canciller Merkel ha atribuido el fin del rescate bancario español a lo correcto de las políticas que ha venido defendiendo, e imponiendo en tanto que principal accionista de Europa SA. La victoria tiene mil padres y la derrota es huérfana. Si el rescate se hubiera prolongado, si en lugar de tirar solo de 40.000 millones se hubieran gastado los cien mil disponibles, la culpa habría sido de los españoles, naturalmente. Pero la cosa parece haber funcionado, y vuelan las medallas hacia las pecheras. ¿Tendremos que dar las gracias? No conviene apresurarse a ello. Más conviene establecer a quien debe atribuirse el esfuerzo. Europa ha puesto dinero sobre la mesa, es cierto, pero no lo ha regalado. Lo ha prestado con interés. A mejor plazo y precio que el mercado, es verdad, pero es un préstamo y los préstamos se deben reintegrar. El esfuerzo es nuestro, y la estabilidad conseguida beneficia también a Alemania. De nada, señora.

El ministro Guindos, y antes la ministra Salgado, dijeron que el saneamiento bancario no nos iba a costar un duro, porque la factura la pagarían los inversores que compraran los bancos saneados. Pues no va a ser así. De la venta de las antiguas cajas nacionalizadas no se va a sacar lo suficiente para el préstamo; ni mucho menos. El propio Frob espera que la diferencia sea de unos 36.000 millones que cargarán sobre los presupuestos del estado. No lean lo que sigue en caso de problemas cardíacos: 36.000 euros equivalen a seis billones de pesetas.

Estas son cifras que marean, ya que por su magnitud escapan al universo de referencias de muchos ciudadanos. ¿Se podría expresar en otros términos? Desde luego. Bastaría con buscar una unidad de medida comprensible. Por ejemplo: el coste de escolarizar a un alumno de primaria. No hablamos de lo que pagan directamente los padres, sino de lo que paga el erario público, sea directamente o por concierto. Según tipos y autonomías, oscila entre los 5.000 i los 8.000 euros. Eso significa que el rescate bancario nos va a costar entre 4,5 y 7,2 millones.