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Tribuna

El euro se va de rebajas

Estamos de rebajas. El euro acaba de bajar de los 1,10 dólares. A principios de 2014 estaba en 1,39 y para encontrar una cotización tan baja hay que echar la vista atrás más de diez años. El euro se estrenó a un precio más alto que el actual (1,166), aunque unos meses después, aún en el año 2000, tocaba suelo (o subsuelo): 0,82 dólares. ¿Pero un cambio de 1,10 es mucho o poco? ¿Está sobrevaluado o no? Para responder, lo más sencillo es recurrir al índice Big Mac. Sí, como las hamburguesas, que no solo se comen, también sirven para análisis económicos. En 2014, cuando el euro se movía en torno a los 1,35 dólares, comer la famosa hamburguesa costaba un 7 % más de dólares (como media, claro) en la eurozona que en Estados Unidos. La paridad, según esta práctica balanza carnívora de The Economist, se situaría con un euro a un cambio 1,2 dólares.

Desde principios de año estamos por debajo y la tendencia es descendente, así que la respuesta es clara: el euro está depreciado.

Pero, ¿saltamos de emoción o nos tiramos de los pelos? Los expertos coinciden en que las consecuencias son más positivas que otra cosa. Además, aunque la caída se inició hace meses „con los signos de estancamiento de Alemania, las incertidumbres políticas en Grecia y el crecimiento potente de la economía de EE UU (un 5 % al final de 2014)„, el Banco Central Europeo (BCE) es el que ha propiciado conscientemente la depreciación con la medida de expansión cuantitativa (compra de deuda propia y, con ello, aumento de la oferta de dinero) aprobada el pasado 22 de enero: 60.000 millones de euros al mes hasta septiembre de 2016, con los que intenta plantar cara a los fantasmas de la deflación y una nueva recesión.

Así que se acabó el «give me two» de los españoles que hace unos años, cuando el euro estaba por las nubes, arrasaban en las tiendas de Nueva York. A cambio, la economía española (y la europea) debe despegar. Las exportaciones aumentan (según la empresa de transportes UPS, ya hay un 10 % más de envíos hacia EE UU que hace un año) y, con un euro barato, el turismo „crucial en la economía española„ ha de crecer. También empresas, inmuebles y hasta clubes de fútbol pueden ser más interesantes ahora para compradores foráneos. En definitiva, más crecimiento y más empleo (otra cosa es en qué condiciones).

No obstante, existen matices y sombras. Si las exportaciones se dirigen en gran medida a la UE (en el caso español allí van el 50 %), la depreciación del euro no aporta nada. Tampoco los países emergentes están en su mejor momento. Ojo, además, al riesgo de una nueva burbuja inmobiliaria si la venta se relanza. En cuanto a las sombras, un euro bajo significa también que las importaciones van a costar más y en un país como España, dependiente energéticamente y con una balanza comercial negativa, puede ser un problema. La suerte es que el petróleo está en mínimos, con lo que la depreciación del euro penaliza poco su compra. Por contra, hace que la bajada de su precio (de 112 a 60 dólares el barril en 8 meses) se note menos (solo un 30 %). Un argumento más en contra de nuestros bolsillos.

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