Parafraseando a Mercedes Sosa, sólo le pido a Dios, que lo justo no me sea indiferente, que la muerte no me encuentre sin haber dicho lo suficiente. Suficiente reconocimiento que merece Ramón Cerdá, por ser de verdadera justicia. Presidente que fue de la Feria de Valencia desde 1984 a 1996, tiempo que, casi en su totalidad, tuve la suerte de compartir con él, disfrutando de unos de los años más gratificantes de mi vida, y positivos, quiero pensar, para la Institución y sus diferentes ferias monográficas, a nivel nacional e internacional. Anteriormente ya había tenido oportunidad de coincidir con Ramón Cerdá, y compartir experiencias y conocimientos, en la Cámara de Comercio, primero de la mano de José Antonio Noguera de Roig y más tarde con José María Simó, a quien Ramón Cerdá sustituyó ocasionalmente como presidente, y después con Enrique Silla. Ramón siempre fue un empresario singular, ejemplar, industrial, exportador, del mueble de diseño en mimbre, autodidacta, amigo de sus amigos, como José Belenguer, impulsor del transporte combinado, o su hermano, Vicente Belenguer, directores «históricos» del equipo de la Feria de Valencia, como Fernando Mateu de Ros, Juan Gomar o Manuel Martínez, que situaron a las ferias que dirigían en los primeros lugares de Europa, durante la Presidencia de Ramón Cerdá. Con el apoyo de Ricard Pérez Casado y Joan Lerma, respetando la independencia y celebrando las coincidencias. Melómano declarado, amigo de Manuel Galduf, Bernardo Adam, entre otros, y director de música ocasional con su banda de Vallada lo recuerdo igualmente como Capitán en las fiestas de moros y cristianos de Vallada, emulando a su también amigo, Ricardo Cardona, que lo sería de las de Ontinyent. Con Ramón Cerdá, el prestigio de la Feria de Valencia, primera feria de España, 1917, crecería enormemente a nivel español través de la Asociación de Ferias Españolas (AFE), e internacional, Unión de Ferias Internacionales (UFI), de la cual la de Valencia sería feria fundadora en 1922 y Ramón Cerda, en su momento, Vicepresidente, de manera que, durante su mandato, se celebró en Valencia el Congreso Mundial de la UFI, participando igualmente en el primer Congreso de ferias iberoamericanas UNIFIB y en la fundación de la Unión de Ferias del Mediterráneo. Con Ramón Cerdá, aprendí muchas cosas de ferias, de laboriosidad, y de la amistad. Tuve la ocasión de acompañarle, hace ya muchos años, con motivo del fallecimiento de su padre, junto a sus hermanos Pepe y Ángel, y hoy me he encontrado con la noticia de su mujer, Carmen, para que fuera a despedirme de él en los últimos alientos de su vida. En el recordatorio por el fallecimiento de su padre me pidió, Ramón, que incluyera el verso de su admirado, Antonio Machado, «yunques sonad, enmudeced campanas», que entiendo hoy sería igualmente de su agrado como estímulo y consuelo para sus seres queridos. A su mujer Carmen, a sus hijas, Mercedes, Carmen y Fany, nietos, a toda la familia, mi afecto le acompañará para siempre en el recuerdo de lo mucho que da una vida, de un hombre bueno.