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En concurso voluntario de acreedores

A la quiebra por dos amarres

El juez decreta la liquidación de Inmobiliaria Jiménez de Laiglesia, que no ha superado las deudas por una inversión en el Club Náutico de dos millones de la que no ha podido desprenderse por la crisis

A la quiebra por dos amarres

Una inversión equivocada hace más de una década acaba de poner el punto y final a Inmobiliaria Jiménez de Laiglesia. La firma ha presentado concurso voluntario de acreedores y, en vista de la ausencia de actividad y la relativa escasez de activos, el juez ha ordenado la subasta de sus bienes previa a la liquidación, tal como confirmó ayer a este diario su dueño, Ignacio Jiménez de Laiglesia, un consultor inmobiliario hijo del que fuera presidente de las patronales CEV y Cierval. El empresario admite su error en 2004 cuando, desviándose por una vez de lo que era el objeto social de su empresa „la consultoría„, realizó una inversión de cuatro millones de euros en la compra de cuatro amarres para barcos de gran eslora en el Club Náutico de Valencia. La apuesta parecía segura, dadas las carencias que entonces sufría la ciudad en este tipo de infraestructuras y la cercana celebración de la Copa del América.

Pero no fue así. En un principio, Jiménez de Laiglesia logró vender dos de los amarres „fuentes del sector aseguran que uno de ellos fue adquirido por un conocido banquero por cerca de dos millones de euros, casi el doble de su coste inicial, para amarrar un velero de tres palos„, pero la organización de la competición de vela despertó otras ambiciones. La Marina Real, como explica el empresario, creó cerca de quinientos nuevos amarres y el Club Náutico amplió sus instalaciones con otros cien. La oferta creció en poco tiempo de forma desmesurada y a la vuelta de la Copa del América llegó la crisis económica, que acabó por hundir al sector. El exceso de oferta y la parálisis en la demanda ha impedido en todos estos años a la firma vender los dos amarres que mantenía como únicos activos. No obstante, a partir de 2011, sin ingresos, los gastos de mantenimiento no cesaban de mermar el balance de la empresa, a razón de unos 6.000 euros al mes por amarre. «Ya no podía pagar», dice Jiménez de Laiglesia para explicar el por qué del concurso. Aquel 2011 perdió 129.719 euros. La deuda final roza el millón. Y el juez intentará saldarla con los amarres.

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