La Feria de Valencia, creada en 1917, ha cumplido un papel relevante en el devenir de la economía valenciana y española, y hay que agradecer a quienes, ya entonces, como en su momento ya tuvimos oportunidad de señalar, se adelantaron a su tiempo, previendo los efectos beneficiosos de la ubicación en Valencia de la primera feria de muestras de España, pionera en la liberalización del mercado, en la clarificación de la competencia y en la globalización de la economía.

¿Y qué pasará ahora, próxima la celebración del centenario, cuando se discute desde la propia actividad hasta nuestro modelo ferial que tanto éxito tuvo en el pasado, siendo admirado y seguido por otras instituciones? ¿Y cuál es el papel que le corresponde hoy, en el siglo XXI, con unos sectores económicos dinámicos y en expansión internacional, que participaron de manera decisiva en la evolución y éxito de la institución ferial y, a su vez, de los propios sectores implicados?

Valencia respondió bien en los últimos años del siglo pasado al rearme de la Feria de Barcelona, tras el éxito de la Olimpíada 92, que lanzó a esa ciudad, y a la creación de la Feria de Madrid, que en los pocos años transcurridos desde la inauguración de las nuevas instalaciones se situó en primer lugar por metros cuadrados de ocupación, y presupuesto, entre las ferias españolas. Sin embargo, en los ámbitos en los que interesa el desarrollo ferial, profesional, internacional, y de amplia incorporación de valor añadido, la Feria de Valencia resistió casi totalmente al impacto de Madrid y ganó posiciones con respecto a Barcelona en aquellos años.

Analizando los datos, según los años pares e impares, para diferenciar el calendario de las ferias bienales, la Feria de Valencia, en los años siguientes a la Olimpíada, mantuvo una cuota del mercado ferial español del 24 por 100 en 1995 y del 22 por 100 en 1996, con una ocupación de 327.653 y 370.448 m2 respectivamente, según la Asociación de Ferias Españolas (AFE), alcanzando un presupuesto superior a los 37 millones de euros.

Sin embargo, ahora la cuestión vuelve a plantearse. La Feria de Valencia, ¿mantendrá su posicionamiento? o, ¿qué puede pensarse ocurrirá en el futuro? Sin duda, para mantenerlo, y recuperarlo en algunos casos, necesitará del apoyo de los sectores económicos, característico de la institución ferial valenciana, como singularidad frente a otras ferias españolas y extranjeras, y al mismo tiempo, la colaboración de las instituciones públicas en los órganos rectores de la misma.

El apoyo de los sectores económicos se hace indispensable, pues ya con los estatutos aprobados en 1985 se demostró su eficacia mediante la presencia coordinada en los órganos de gobierno feriales de la administración local y autonómica, junto a las cámaras de comercio y sectores empresariales y a través de la gestión de los comités organizadores, verdaderos artífices del éxito de la actividad ferial, como se puede comprobar por los datos ofrecidos, y con aquel marco estatutario que no cabría cuestionar si no fuera por motivos distintos a los de su propia funcionalidad.

La Feria de Valencia ha jugado y debe continuar jugando un papel determinante en el desarrollo de los sectores económicos valencianos y del conjunto de la actividad económica española e internacional. Los efectos beneficiosos para la ciudad de Valencia le vendrán por añadidura. La capacidad de reacción ante un mercado cada vez más cambiante justifica la necesidad de mantener la Feria de Valencia en el lugar que le corresponde, acorde con su tradición y prestigio, fundadora de la Unión de Ferias Internacionales (UFI) en 1922, y capaz de desempeñar en el futuro el papel que en cada momento le requieran los sectores económicos, que son en definitiva la razón de ser su propia existencia.