Ante el último escándalo al que hemos asistido protagonizado por una marca de prestigio de toda la vida, en la que se ven implicados los motores diesel de Volkswagen y de Audi, Seat, Skoda? en diversos modelos, adquiridos a partir de 2009, el cliente que se vea afectado ha de saber que debido a un gran error adquirió dicho vehículo. El error esencial cometido no es otro que el haberse dirigido primeramente a comprar uno de estos automóviles llevado por el indudable marchamo de prestigio de cualquiera de estas primeras marcas; es obvio que no compró un vehículo de una marca, por ejemplo, canadiense o asiática desconocida para el gran público. Su elección estuvo presidida en casi la totalidad de los casos por una natural inclinación hacia marcas familiares que se consideran de reconocido prestigio y esta fue su primera equivocación; lo que supuso que era una elección segura ha devenido en un gran fiasco pues ahora resulta que estos motores diesel trucados para aparentar que eran respetuosos con el medio ambiente taran nada menos que a más de 11 millones de vehículos en todo el mundo.

Por ello, y de conformidad con nuestras leyes, este error esencial padecido por el sufrido consumidor español le da la oportunidad de recuperar el dinero que invirtió en tal compra con la devolución al concesionario del vehículo trucado „debiéndose, eso sí, estudiar cada caso de manera particular e individualizada„ ya que este error inicial se ve agravado porque además el hecho sobre el que también se engaña es especialmente sensible, nada menos que sobre las emisiones contaminantes del vehículo, es decir sobre una cuestión fundamental o un valor hoy preponderante en el imaginario colectivo como sin duda es el respeto por el medio ambiente y la limitación al máximo en las emisiones contaminantes, tanto para la humanidad presente como en bien de las futuras generaciones.

El sufrido consumidor asiste, pues, estremecido a este nuevo escándalo que afecta en España a más de 600 mil personas, en cifras que recuerdan y mucho a las de los afectados por las preferentes „auque estos seguramente sobrepasan el millón„ y ante ello hay que considerar que en la contratación de estos vehículos, al igual que en el caso de las preferentes, obligaciones subordinadas, acciones de Bankia y otros tóxicos bancarios, se ha producido similar mecanismo: llevados por el prestigio de nuestra caja de ahorros de toda la vida compramos casi a ciegas sus productos sin saber que eran de alto riesgo, como al final los hechos tristemente nos han demostrado, pues se han perdido casi todos los ahorros en ellos depositados, al igual que en este caso, en el que el prestigioso grupo Volkswagen ha dilapidado de un plumazo su prestigio mientras nuestras esperanzas ecológicas, o de sencillamente un mundo mejor, se esfumaban sin remedio por el tubo de escape.

Justo es saber que nadie en estas graves circunstancias está obligado a quedarse con un vehículo ya para siempre irremisiblemente marcado y ello aunque aparentemente se enmiende o repare este fraude, pues a nadie se le escapa que ya el valor de estos automóviles para, por ejemplo, el mercado de segunda mano, estará siempre afectado por el recuerdo imborrable de este mayúsculo fraude, pues sin duda estos coches habrán de soportar una sensible rebaja del precio por haber sido víctimas de esta grave manipulación de su mecánica.