Murió como vivió, en paz consigo mismo y con todos. Un amigo, en el sentido más clásico y profundo del sustantivo. Directo, claro, leal. Flexible de convicciones sólidas, permanentes, sobre esta sociedad y este país a los que dedicó su esfuerzo, capacidad y entrega. Convicto del trabajo en sus empresas, y cuando le fue requerido con el mayor de los ahíncos sirvió a la Administración sin más compensación que la de la labor bien hecha.

Soy testimonio de cuanto escribo en estas horas de pesadumbre y tristeza irreparables. La ausencia lo es en mayor medida cuando en la mañana de este jueves luminoso de noviembre acordábamos el almuerzo del próximo sábado. Familiar, que fue siempre fundamento y columna sobre el que sustentó comportamiento, convicciones, y el despliegue generoso de sus capacidades.

Valencianista y de izquierdas cuando no había carnets ni expectativa de ocupar sillones, y sí, por el contrario, riesgos ciertos. Demócrata. Preocupado y ocupado por el país, sus gentes, y el futuro que nos esperaba. Hasta esta misma tarde cuando de modo inopinado se nos alejó para siempre con el leve suspiro de quién estuvo hasta el final en el trabajo, en la familia, en la amistad, en el compromiso con la ciudadanía.

Ciudadano ejemplar. En la innovación y conocimiento profundo del sector empresarial en que se especializó anticipadamente. Innovación y conocimientos que puso a disposición de cuantas organizaciones formó parte. Ciudadano comprometido, sin dobleces ni ocultamientos, de expresión nítida, a veces contundente y abrupta, respetuosa y de educada urbanidad en todo caso.

Severo en sus juicios sobre las gentes de expresión confusa, designios turbios y ambiciones inconfesables. Soy, asimismo, testigo de lo expeditivo de sus acertadas calificaciones, de su comportamiento inapelable. Severidad que tuve la oportunidad de agradecerle como el mejor de los consejos.

Compartir días, años, en el Ayuntamiento de la gran esperanza para todos, el de nuestra común ciudad, Valencia, él desde el Grau yo desde las otras periferias; experimentar zozobras, amenazas, dentro y fuera, desde su visita la aciaga noche del 23F a las desventuras se enjugaban con la alegría de los éxitos, pocos pero satisfactorios, y con el esfuerzo redoblado cuando la adversidad parecía inevitable. De este modo, generoso, entregado, leal, amistoso, en cada una de las singladuras y azares de ambos cuando la colaboración propició la estricta amistad.

Hasta hoy.

Este sábado que nos prometíamos festivo, no leerá mi colaboración en Levante-EMV. Comentada y compartida en la larga sequía de verano y atribulado otoño. No podré escuchar, una vez más, su sosegada y beligerante opinión. Nunca más.

Me quedaré memoria y ejemplo.