La consellera de Agricultura, Elena Cebrián, contó la anécdota. Paul Laverty, guionista de la película El olivo, que narra el expolio de los olivos milenarios del Maestrat, le reveló que «cualquier actor hubiera clavado el papel del protagonista, pero ninguno tenía las manos de un llaurador». Por eso eligieron a Cucala, un agricultor de Sant Mateu. «Las manos de un labrador significan trabajo y valores», evocó.

El acto celebrado ayer en Bonrepòs i Mirambell (l´Horta Nord) se convirtió durante la mañana de ayer en un homenaje a los cucalas de la C. Valenciana. Se plantó un árbol. Y Pep Gimeno Botifarra cantó a les arrels. Se conmemoraba el 40 aniversario desde que el 12 de noviembre de 1976 la Llar parroquial de Bonrepós acogió la asamblea fundacional de La Unió de Llauradors del País Valencià.

«Que fuera aquí es circunstancial, no porque sea mi pueblo», recuerda para Levante-EMV Joan Ramon Peris, secretario general fundador. «En una época prefranquista encontramos un capellán muy abierto y le pedimos que necesitamos un lugar para celebrar una asamblea de la gente del campo. Nos abrió las puertas de par en par».

Aquello fue la culminación a un 1976 agitado. En abril, el clamor de la gente del campo ante la falta de representación del sindicato vertical y de apoyo de la Cámara Oficial Sindical Agraria, movilizó a los agricultores: «Queríamos hacer una cosa que naciera desde abajo, desde las raíces». 130 personas de quince comarcas se reunieron en el convento de las Obreras de Moncada. De nuevo bajo el manto de la Iglesia. Las bases quedaron sentadas: «Un sindicato democrático, unitario e independiente».

El verano terminó de remover la tierra. Los del vino protestaban por una entrega obligatoria que era un impuesto camuflado; en la Ribera, hubo un desastre con la fruta. Se juntaron dos movimientos de zonas muy distintas; la Unión Territorial de Cooperativas del Campo de Valencia (Uteco) de Luis Font de Mora se volcó, y el 10 de septiembre 15.000 agricultores inundaron la Alameda, junto a los Viveros. «Ens portarem més palos que una estora», recuerda Peris, pero ya no había marcha atrás. En dos meses nacía la Unió en una iglesia de Bonrepòs.

«Siempre lo hemos llevado con orgullo y no nos escondemos, volvemos a las raíces», proclamó el actual secretario general, Ramon Mampel. El actual dirigente homenajeó las raíces «democráticas» del sindicato y a sus dirigentes: Joan Ramon Peris, Toni Lozano, Miquel Vilalta, los fallecidos Lucio Monteagudo y Joan Brusca, y su antecesor, Josep Botella.

Mampel resucitó lamentos antiguos: «No conozco ningún sector al que le pase como a nosotros. Somos el único elemento de la cadena que vende sin precio, aunque nuestros productos ponen el engranaje en marcha. Y sin precio no hay futuro en el campo valenciano». También el eternamente esperado relevo generacional: «Los datos del INE sobre la edad de los titulares de las explotaciones son estremecedores. Solo 5.000 de las 114.000 explotaciones tienen menos de 40 años. Y más de la mitad está en manos de jubilados».

Homenaje institucional

El día del cumpleaños, hubo exigencias a los políticos (acudieron el presidente Puig, la consellera Cebrián, el delegado del Gobierno, Juan Carlos Moragues, y el presidente de las Corts, Enric Morera): «Somos conscientes de la infrafinanciación, pero tiren de imaginación, por favor, y si hace falta restar dinero de otros departamentos, háganlo». «Necesitamos dinero para incorporar a jóvenes y modernizar las explotaciones».

Y acabó con un canto al futuro: «Os digo aquí y ahora que el campo valenciano tiene futuro. Solo pedimos más sensibilidad. Y del resto nos ocupamos nosotros», dijo antes de terminar, como Serrat: «Encara tinc força, i no tinc l´ànima morta, i em sento bullir la sang».

Puig recogió el guante y, además de agradecer el apoyo de la Unió a la construcción del autogobierno en la transición, se comprometió a apoyar al campo: «Todos hablamos de la importancia de la agricultura pero no podemos seguir perdiendo llauradors. Hay que cambiar la agenda y que puedan vivir dignamente de su trabajo».