Las cabinas tienen los días contados. Es la ley de Darwin. Los teléfonos públicos van camino de la extinción arrasados por la tecnología móvil. Los datos facilitados por la compañía son elocuentes. En el año 2000, el número de cabinas alcanzó su cima histórica en España, 65.363. En la Comunitat Valenciana, prácticamente el 10%: 6.486. Desde entonces comenzaron a decrecer. Hoy restan en la autonomía 2.130 cabinas. Menos de un tercio, pero más incluso de lo que parece: el desuso las ha invisibilizado. El 96% de la población lleva un móvil en el bolsillo.

La ley del mercado también conspira en contra de este animal urbano. La legislación actual dicta que debe haber una cabina por cada 3.000 habitantes en poblaciones de más de mil y una en poblaciones que no supere los mil. Resisten gracias a esta ley, pero no tienen quien las gestiones.

Ya en 2011, este negocio dejó de ser rentable para las compañías telefónicas. El concurso quedó desierto. Como consecuencia, el Ministerio de Industria obligó a Telefónica (a través de su filial TTP Cabitel) a hacerse cargo durante cinco años de esa obligación al no ser rentable el servicio, tanto por el mantenimiento como por el vandalismo.

A finales de 2016, obviamente, el nuevo concurso ha quedado desierto de nuevo. Y Telefónica vuelve a ser obligada, aunque esta vez solo por un año, a gestionar estos teléfonos públicos así como a elaborar y entregar las guías telefónicas.

Este quizá sea su último año desde que en 1928 se instaló el primer teléfono público en el parque del Retiro (Madrid). Competencia recordó recientemente al Gobierno que la Comisión Europea ha dejado de considerar obligatorio esta prestación dentro del servicio universal de telecomunicaciones. Para que esto cambie y que el servicio de cabinas no fuera considerado universal, sería necesario que el Gobierno dentro de su agenda digital modificara el real decreto 726/2011 para poder excluir las cabinas del suelo urbano.

Si las cifras de reducción de cabinas hablan por sí mismas, la opinión pública es más contundente aún. El 88% de los españoles consultados en el Eurobarómetro de 2014 responden que nunca han utilizado las cabinas, en la media europea. Francia decidió recientemente excluir las cabinas del servicio universal, lo que permitirá a Orange empezar a desinstalarlas. Y países como Estonia, Repúblicas Checa o Finlandia hace mucho que las retiraron.

El 81% de los encuestados por la Comisión Europea sobre la reforma de la normativa de telecos están en desacuerdo o muy en desacuerdo con mantener las cabinas dentro del servicio universal.

Antenas de 4G en Fallas

En los últimos tiempos, Telefónica ha tratado de reorientar su uso. Como experiencia piloto, en las Fallas de Valencia de 2015 se instalaron 20 pequeños dispositivos en cabinas situadas en puntos estratégicos de la ciudad, que permitían amplificar la señal 4G y mejorar la cobertura en zonas de difícil acceso. Los resultados fueron tan buenos que en 2016 se instalaron más small cells en el centro de la ciudad y lugares estratégicos. También se ha incorporado a sus servicios el recargo de tarjetas de móvil prepago.

En Reino Unido sobrevive el icono

Quizá convertirse en iconos puede ser la clave de su supervivencia, al menos como mobiliario urbano. Darwin de nuevo: la adaptación como mecanismo de supervivencia. En Reino Unido, las legendarias cabinas rojas han comenzado a recibir nuevos usos. Han sido reconvertidas en espacios comerciales que se alquilan a empresarios con contratos de entre tres y diez años. Desde un puesto de ensaladas a un mini-café, pasando por una librería. Es el camino: renovarse o morir.