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Recuperación del mercado laboral

España tiene, a los diez años de la crisis, una tasa de paro del 17,22% de la población activa, el doble que en 2007 (7,93%). La distancia entre ambos datos dice mucho del trecho que queda hasta recuperar los niveles de ocupación de entonces, pero lo ocurrido desde 2013, cuando el desempleo rozó el 27% (índice impropio de un país desarrollado), informa del relevante cambio cuantitativo que se ha producido desde los episodios más severos de la Gran Recesión. Casi diez puntos de mejora en la tasa de paro entre 2013 y 2017 suenan a aval de la política económica del Gobierno y de su reforma laboral, aunque, dicen los economistas menos comprometidos con las distintas posiciones partidarias, determinar qué porción de la mejora es atribuible a la citada reforma (herramienta principal de la dolorosa devaluación interna que España acometió para recuperar competitividad) no es sencillo cuando entre esos mismos intelectuales existe la convicción de que la recuperación española se ha sujetado en buena medida en factores exógenos, como la expansión monetaria del BCE, el bajo precio del petróleo, el crecimiento del comercio mundial o el deterioro geopolítico de los destinos turísticos competidores.

Si se disecciona la tasa de paro, se observa que su mejora resulta del hecho de que tenemos 2,1 millones de desempleados menos que en 2013, lo que a su vez viene en su mayor parte de que hay 1,6 millones de ocupados más que entonces. El lector observará que entre ambas cifras hay una diferencia de medio millón de personas en números redondos. ¿Dónde están? La mejor parte del comportamiento de la tasa de paro son los 1,6 millones de españoles que han encontrado trabajo. Uno de los borrones está en ese medio millón que ha desaparecido de la población activa y que inquieta más al comprobar que viene de un fuerte descenso de las personas de edades comprendidas entre los 20 y los 35 años que están en el mercado laboral español (1,1 millones de individuos menos que en 2013), sea con trabajo o buscándolo. Ahí está, entre otros, el rastro de la emigración, incluida la de inmigrantes que han retornado a su países y la de tantos jóvenes nativos con alta cualificación. Fuga de capital humano.

La menor tasa de paro resulta de una recuperación del empleo que está siendo más intensa en cantidad que en calidad. La tasa de temporalidad (26,8%) se ha acentuado desde 2013 (22,9%), reflejando que las sucesivas reformas laborales no han aligerado un problema que lastra el bienestar de los hogares y la productividad de la economía, y dejando ver también el protagonismo de actividades como el turismo (el empleo de la hostelería aumentó el 22% en cuatro años) en esta recuperación.

La disección de la tasa de paro en retroceso permite ver también otro desequilibrio sobre el que debería estar el foco de las políticas de fomento del empleo: aún hay casi 800.000 españoles que son parados de larga duración y que tienen más de 45 años de edad. Para ellos, el paro ha bajado el 5,7% desde 2013, seis veces menos que el número total de desempleados (-35%). Españoles que sobreviven con los subsidios, el apoyo familiar o en la economía sumergida. Sin otras oportunidades por ahora en esta recuperación.

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