Si Air Nostrum está cerca de cumplir 25 años, es gracias a Carlos Bertomeu (Valencia, 1963), su cofundador y presidente, un hombre metódico y práctico a la vez, que ha sabido rodearse de quien le convenía en cada momento y, al mismo tiempo, ha tenido cintura para adaptarse a los cambios. Air Nostrum pudo así sobrevivir a una crisis, la de 2008, de las que le dejan a uno en los huesos.
Bertomeu, director de inversiones de Nefinsa (el hólding de la familia Serratosa), fue quien ideó la creación de una aerolínea regional con los fondos que los Serratosa lograron al vender Valenciana de Cementos.
Amigo de los Serratosa, Bertomeu recurrió a Andersen Consulting para materializar la iniciativa, que partía ya sobre el papel con otro gran aliado, Iberia. Air Nostrum sólo tenía sentido como aviación regional si se convertía en franquicia de la aerolínea de bandera española, como acabó sucediendo. Los aviones llegarían también gracias a una alianza con Bombadier.
El tráfico que Air Nostrum necesitaba para que diera vitaminas al negocio procedió de otra serie de acuerdos, menores en relevancia que el de Iberia pero igualmente de gran calado, con los gobiernos autonómicos. Estos daban ayudas a la aerolínea por cada pasajero transportado. Sin ese euro, no había asiento.
Cuando la crisis obligó a parte de los fundadores a desinvertir, Bertomeu se convirtió en accionista mayoritario y, nuevamente, supo forjar un acuerdo que diera entrada a socios de relevancia, los dueños del IVI. Y, ahora que la aviación regional sufra la presión de las aerolíneas de bajo coste y que ha encontrado una buena oportunidad en la prestación de servicios para terceros, mira a Irlanda y encuentra allí a su gran socio internacional. Siempre bien rodeado.
