Como se verá enseguida, no se trata de que en València y Castelló no se pueda dormir, y muy bien, en sus numerosas instalaciones hoteleras; sino del panorama de la negociación colectiva y, por tanto, de las condiciones que los trabajadores y trabajadoras de esta importante actividad económica padecen que, dicho sea sin hipérboles, es de terror. Ambos convenios están vencidos desde el 31 de diciembre de 2011, el de Valencia aún mantiene la ultraactividad, pero el de Castelló no; lo que supone, en este caso, que los trabajadores que se han incorporado con posterioridad a esa fecha sólo tienen el salario mínimo interprofesional y el Estatuto de los Trabajadores como referencia, mientras que los anteriores se rigen por el convenio vencido que han incorporado individualmente a su contrato de trabajo. Un auténtico disparate, contrario al elemental principio de a igual trabajo igual salario que ha hecho posible y legal la perversa reforma laboral.

En el de Valencia está constituida la mesa negociadora desde el 19 de octubre de 2017, aunque sólo se ha reunido en dos ocasiones y la próxima reunión no será antes de septiembre (como se ve, poca prisa). La patronal nos exige eliminar una paga extraordinaria, eliminar los complementos por I.T., compensar los festivos por flexibilidad de jornada a su antojo, hacer otro tanto de lo mismo con las vacaciones y un contrato de trabajo de inicio de un año de duración con una retribución mensual de 735 euros.

En el de Castelló no hay mesa constituida ni voluntad de constituirla, a no ser que aceptemos, antes de empezar, que se elimine el derecho a llamada de los fijos discontinuos (cuesta hasta escribirlo) y se suprima el complemento por antigüedad.

Estas patronales forman parte de la CEV -es decir CEOE- y ésta acaba de suscribir un Acuerdo Interconfederal con UGT y CCOO para fijar un salario mínimo de convenio de 14.000 euros anuales, un incremento del 2 % fijo más un 1 % variable y la recuperación de la ultraactividad, entre otras cuestiones, que básicamente suponen reconocer el esfuerzo de los trabajadores y trabajadoras durante la larga crisis, la recuperación económica y la mejora de los beneficios empresariales en la actualidad y el necesario y justo reparto de esa riqueza entre los que contribuyen a generarla. Y aquí, los trabajadores algo tendrán que ver. Es el turismo uno de los sectores económicos más pujantes, con cifras record de visitantes, propios y extranjeros, que dice necesitar mejorar la calidad para competir mejor en un mercado de precios más altos, que necesita buenos profesionales para hacerlo posible, pero que maltrata a su mano de obra con condiciones inasumibles, desmotivadoras y contrarias a lo que sus representantes en la CEV y la CEOE firman y predican.

La historia que nos ocupa es la de los trabajadores y trabajadoras de la hostelería en las provincias de Castelló y Valencia que se encuentran sometidos a la desregulación que supone una negociación colectiva inexistente en un sector de fuerte precariedad, alta temporalidad y creciente subcontratación. Una historia para no dormir que la CEV no puede contemplar como algo ajeno.