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Antón Costas: "Hay que actuar en el seno de las empresas para reducir la desigualdad"

La Fundació Ernest Lluch y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie) iniciaron ayer en València el ciclo «5 Diálogos sobre Desigualdades y Democracia» para debatir sobre alguno de los problemas derivados del aumento de la desigualdad. Hasta el 22 de noviembre 10 expertos expondrán sus opiniones. El fuego lo abrieron Costas y el investigador del CSIC José Fernández Albertos.

Habló ayer tarde sobre desigualdad, distribución y predistribución de la riqueza. ¿Se necesita un nuevo contrato social?

Sí. El contrato social es una metáfora. Un pegamento invisible, que toda sociedad necesita para funcionar armoniosamente. Es el compromiso que aquellos a quienes les va bien adquieren respecto a los que van peor para que no se queden atrás. Por ejemplo, apoyar un sistema fiscal que genere recursos para políticas de ayuda que permitan la cobertura de ingresos cuando por paro o jubilación te quedas sin ellos. Ese compromiso se ha roto en las últimas décadas y el disolvente que lo ha roto es la desigualdad. Ha llegado a niveles que no habíamos visto desde la Segunda Guerra Mundial. Es la desigualdad de los sucesos trágicos que van desde la Primera a la Segunda Guerra, incluyendo la Gran Depresión que trajo los fascismos. Esa desigualdad disminuyó después y tuvo un valle de relativa igualdad entre los cincuenta y los setenta. Desde entonces ha vuelto a aumentar, aunque más en los países anglosajones que en la Europa continental. Y en España nos comportamos como anglosajones honorarios, porque somos continentales pero nuestra pauta es la anglosajona.

¿Por qué?

La causa de la desigualdad no es consecuencia del cambio tecnológico y la globalización. No es cierto. Países como Holanda, Alemania, Francia o los nórdicos han estado sometidos en los últimos 20 años a cambios tecnológicos y de globalización muy intensos y en ellos no ha crecido la desigualdad.

Entonces, ¿ cuáles son las causas de la desigualdad en España?

Las políticas públicas y las políticas empresariales. Las públicas en el caso de España tienen un resultado curioso, porque hay impuestos y programas de gasto social cuyo resultado no es transferir rentas hacia las clases bajas sino que actúan en sentido inverso. Redistribuyen rentas de las clases bajas a las medias y altas. Un ejemplo es el recorte en programas educativos o las becas comedor al tiempo que se mantienen las pensiones. Los pensionistas en su conjunto no han perdido poder adquisitivo, al igual que las clases más adineradas, donde los impuestos han favorecido el aumento de la renta. Donde ha habido una penalización ha sido en el 30 % o 40 % de hogares con menos ingresos salariales. La otra causa de la desigualdad en España es el aumento extraordinario de las retribuciones de los altos directivos de las grandes corporaciones versus la caída de los salarios reales de los trabajadores. Esto no es redistribución de los recursos públicos, sino distribución de lo que genera la economía privada. En los últimos 20 años, España ha sido el país europeo continental donde más ha aumentado el sueldo de los grandes directivos y donde más ha caído el de los trabajadores. Esto se traduce en desigualdad. Las izquierdas políticas tienden a poner el acento en la redistribución y a creer que el problema de la desigualdad se puede solucionar vía gasto social e impuestos. Mi argumento es que la magnitud de la desigualdad es tal que no podremos reducirla si la economía no reparte mejor la renta que produce entre dividendos, sueldos de altos directivos y salarios de trabajadores. O conseguimos que la economía reparta mejor la renta que produce o no veremos una reducción sustancial de la desigualdad. Hay que actuar en el seno de las empresas para reducir la desigualdad. En el debate público solo está aumentar los impuestos a los ricos y elevar el gasto social.

¿La clase media ha sido la gran perdedora de la última crisis?

No. Las clases medias occidentales es cierto que no se han beneficiado en la misma medida que las rentas altas -o las clases medias de los países emergentes como China- del crecimiento económico de los últimos 20 años. Eso no significa que hayan sido los más perjudicados, porque esos han sido ese 40 % de hogares con menos ingresos. Lo cierto es que el malestar de las clases medias tiene un impacto político mayor que el de los grupos sociales con menores ingresos. El impacto político actual viene del malestar de las clases medias, que siempre son las que han hecho las revoluciones. Las clases trabajadoras acostumbran a producir revueltas que no son transformadoras como las revoluciones. El apoyo al fascismo y al nazismo en los años treinta proviene de las clases medias. Ahora, lo que vemos es que detrás del populismo político están las clases medias. Los pobres desaparecen de la democracia, tienden a no votar. Las clases medias, no. Por eso su malestar tiene mucha influencia.

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