La jornada inaugural del XXI Congreso Nacional de la Empresa Familiar dejó ayer en el ambiente del Palacio de Congresos de València un cierto aire reivindicativo al tiempo que de autocrítica. El colectivo cree que tiene un problema reputacional y se conjuró para tratar de mejorar su imagen. El presidente del Instituto de la Empresa Familiar (IEF), Francisco Riberas, fue el primero que incidió en ese mensaje al afirmar que «es necesario revertir esa imagen negativa de nuestras empresas, especialmente cuando no hablamos solo de pymes o start-up, sino de empresas familiares medianas y grandes».

Riberas destacó la importancia de conseguir que la sociedad reconozca que el crecimiento de las empresas familiares es positivo y no «es a costa de nuestros trabajadores, como algunas voces parecen decir». Por ello, anunció que en los próximos años el IEF y sus asociaciones territoriales, como la Asociación Valenciana de Empresarios (AVE), redoblarán sus «esfuerzos para mejorar su imagen en la sociedad trabajando a todos los niveles, desde la educación en las escuelas hasta los medios de comunicación y en las redes sociales».

Pero quien se expresó de forma más elocuente fue el presidente de Mercadona, Juan Roig. En su opinión, la imagen de los empresarios no es buena porque «no salimos a dar la cara». «Tenemos que salir del armario, cada uno en su ámbito público» para explicar la función social y económica que desarrollan los empresarios, porque son éstos quienes crean riqueza en España.

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Durante su intervención ante los 700 participantes en este congreso que se celebra por segunda vez en València, en su mayoría procedentes de algunas de las empresas más punteras del país, el rey Felipe VI destacó que estas mercantiles son «actores económicos muy relevantes», pero «lo sois aún más por lo que representáis en términos de valores». Por ello, «merecéis el mayor reconocimiento y que vuestra aportación sea conocida y reconocida por nuestra sociedad, por nuestros jóvenes».

La encuesta que el IEF realiza todos los años al inicio de su cónclave entre los asistentes al mismo pone de relieve el empeoramiento que se ha producido en términos reputacionales, dado que la percepción social del empresario es negativa para el 49 % de los consultados, tres puntos más que hace tres años. Ahora bien, ese porcentaje baja al 23 % (dos puntos menos que en 2015) cuando el sujeto sobre el que se pregunta es la empresa familiar.

Los socios del IEF aprueban la situación económica actual, dado que la nota media es de un 5,48, pero al mismo tiempo se muestran, en sintonía con la desaceleración que ya se detecta, menos optimistas que en 2017, cuando la situaron en el 6,22. De hecho, en ese año un 11 % contestaba, al ser preguntado por cómo sería el crecimiento a corto y medio plazo, que frágil y sin creación neta de empleo. Un año más tarde, ese porcentaje había subido al 41 %. A pesar de esto, el 64 % de los encuestados prevé un aumento de las ventas en sus compañías, por un 73 % hace un año; el 46 % incrementará sus plantillas, seis puntos menos que en 2017; y el 80 % elevará la inversión. Un 67 % reinvertirá los beneficios en su empresa. Dentro de la visión de Estado, el pacto de educación es la gran prioridad para los empresarios, mientras que la deuda pública y la política fiscal es el gran riesgo para los próximos años.