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Análisis

La brecha provincial se estrecha

Los datos macroeconómicos indican una mayor homogeneidad de la Comunitat Valenciana después de 35 años de Estado de las autonomías - La fractura real valenciana no se plantea entre provincias, sino entre la costa y el despoblado interior

nLa vertebración (o no) del país es uno de esos asuntos nucleares del pensamiento valenciano. Un tema guadianesco que aflora o se oscurece en función del vigor nacionalista del momento. Y un tema más de discusión política que de dimensión económica real a la vista de los datos. Estos dicen que, después de 35 años de (cierto) autogobierno, las tres provincias son más homogéneas que entonces: sus cifras de PIB, paro o evolución demográfica son más parejas. La fractura real, dicen los datos, no la marcan los límites provinciales, sino la frontera (sin delinear) entre la costa, que concentra riqueza y desarrollo industrial, y el despoblado interior.

Alicante cuenta a día de hoy con el Producto Interior Bruto (PIB) per cápita más bajo en la Comunitat Valenciana, pero es también la provincia (de las tres) con mejor evolución de la tasa de paro desde los años ochenta hasta nuestros días, donde el PIB más ha crecido en este periodo de tiempo y la que más población ha ganado en los últimos veinte años. Eso dice la macroeconomía, de acuerdo con los datos del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE) y el Instituto Nacional de Estadística (INE).

Las cifras dicen también que Alicante registra la mayor tasa de riesgo de pobreza (figura así en diferentes medidores) y que los primeros puestos de la lista de municipios más ricos están copados por ciudades de València. La primera del sur (Sant Joan) aparece en el puesto quince.

No obstante, la diferencia más visible en esa relación es entre poblaciones del litoral y de las comarcas del interior, las grandes ausentes. Como afirma el catedrático de Economía de la Universitat de València Francisco Goerlich en el opúsculo El empobrecimiento valenciano, publicado por la Institució Alfons el Magnànim, «las localidades con mayor renta son municipios residenciales en el entorno de las capitales». Esa característica y la de la cercanía a la costa son las que determinan, señala, el grado de riqueza.

El sociólogo Vicent Flor, director de la citada Institució Alfons el Magnànim, habla de dos fracturas valencianas: la vertical, «creciente» y que tiene que ver con la dualidad costa/interior, marca una desigualdad social; la horizontal es la provincial, el profesor la sitúa entre Alicante y el resto del territorio y subraya de ella su componente político. Flor reflexiona sobre esta cuestión en un trabajo reciente aún sin publicar: La fractura horitzontal: una aproximació sociològica a les relacions entre Alacant i València.

El catedrático de Economía Aplicada de la Universitat de València e investigador del IVIE Ernest Reig coincide en el trasfondo político de la vertebración (o no) valenciana. Más allá de la evolución macroeconómica, propone situar el debate sobre los rasgos estructurales de la economía de la Comunitat Valenciana. Y estos, sentencia, son comunes para todo el territorio, independientemente de la provincia.

Reig habla de un conjunto «básicamente urbano», con una red extensa se ciudades grandes y medias, y una franja litoral desarrollada primero por la expansión del regadío y, en etapa moderna, por el turismo. Un tercer rasgo sería contar con una serie de distritos industriales muy especializados, esparcidos por toda la autonomía y vinculados a bienes de consumo y a la exportación.

Se refiere al polo de la cerámica en Castelló, el del mueble en l'Horta, el motor en la Ribera, el téxtil en Ontinyent o los del calzado y el plástico en Alicante.

Las carencias también serían compartidas: la abundancia de microempresas y, como consecuencia, la menor competencia formativa en comparación con otras regiones industriales.

El problema, abunda Reig, está en el interior. En una extensión del 40 % del territorio vive el 3 % de la población valenciana, señala Flor. Un problema, apostilla el conseller y profesor de Constitucional de la Universidad de Alicante Manuel Alcaraz, de difícil solución y común con el resto de España y de Europa.

«Me preocupa más un desequilibrio entre València y su área metropolitana (incluye l'Horta y parte del Camp de Túria y del Morvedre) y el resto del país». Por lo que supone de concentración económica, cultural y de conocimiento, explica.

Una forma de hacer balanza sería el desarrollo de otro gran polo al sur (entre Alicante y Elx) y otro al norte, alrededor de Castelló. El problema, al menos en el caso del sur, que Alcaraz conoce bien, es «la mala relación» entre Alicante y Elx.

En todo caso, el jurista y conseller por Compromís tiene claro que el territorio está «infinitamente más vertebrado» que hace 35 años. Básicamente porque existe una institución (la Generalitat) «que atraviesa todo el país», algo que no pasaba en siglos. Ella es la «columna vertebral», dice.

No obstante, las políticas de esa columna se ven en ocasiones como insuficientes y poco equitativas. Como subraya Flor en su estudio, esta es una línea de opinión especialmente arraigada en Alicante.

Se ve estos días de nuevo, con el presidente de la diputación provincial, el popular César Sánchez, erigiéndose en valedor y mártir de ese tercio de la autonomía frente a las supuestas agresiones del Consell de Ximo Puig y Mónica Oltra.

Y de Alcaraz, que argumenta que la vertebración de un territorio huérfano de instituciones durante siglos no es materia de un gobierno o de dos o tres legislaturas. Recuerda que se han creado universidades, un parque tecnológico en Elx, Alicante se hizo con la sede europea de la Oficina de Propiedad Intelectual (OAMI), ha desarrollado un polo sanitario y ahora está en gestación un núcleo digital.

Al margen de las inversiones realizadas, siempre opinables, Alcaraz pone el foco en la periferia de la periferia, la Vega Baja, y reclama una reflexión sobre la forma de sentirse valenciano, existente también al sur pero distinta de la que pueda encontrarse en la Ribera.

La macroeconomía ofrece la imagen de una C. Valenciana más homogénea que en el pasado. El enigma es si los ciudadanos de Alicante se sienten más valencianos que hace 40 años.

Para Vicent Flor, «es evidente que la Generalitat no se ha desarrollado hacia Alicante con la sensibilidad necesaria». Exhibe el contrapunto de Euskadi, donde el Parlamento está en Álava y las tres circunscripciones tienen el mismo número de diputados.

Los datos, no obstante, dicen algo. Dicen que la tasa de paro de Alicante estaba casi dos puntos por encima de la de la C. Valenciana en 1980. Hoy está unas centésimas por debajo. Dicen que el PIB real ha crecido desde 1980 un 112 % en todo el territorio valenciano y que en Alicante la progresión ha sido del 115,7 %, la más pronunciada entre las tres provincias, aunque el índice per cápita continúe siendo el más bajo: 18.191 euros frente a una media en la autonomía de 20.436 euros. Alicante demuestra ser además la más dinámica en población: su censo ha crecido un 36,3 % en veinte años, más del doble de lo que ha sucedido en València.

Que la C. Valenciana es hoy un territorio más uniforme parece incuestionable con las cifras en la mano. Materia distinta es si es una comunidad más vertebrada, si se ha avanzado en una identidad compartida y si se ha hecho todo lo conveniente para ello. Esa es materia de opinión y juicio.

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