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Natxo Costa: el 'poli malo' de Compromís

El director general se ha convertido en el azote del gran comercio y un dolor de cabeza para el Palau, que acumula quejas del grupo británico Intu

El director general de Comercio, Natxo Costa, durante una feria en València. levante-emv

El director general de Comercio, Natxo Costa, juega a rugby y sostiene que le gusta ir a la melée. Quizá por eso, desde el principio de la legislatura el comercio se ha convertido en un campo de batalla. Los enfrentamientos que ha protagonizado son notables, tanto con la gran empresa, con El Corte Inglés a la cabeza, como con su socio de gobierno, el PSPV, por su oposición frontal a la libre apertura de los comercios. Que se lo cuenten a la socialista María José Mira. La exsecretaria autonómica, su jefa inmediata, fue desplazada de Economía a Hacienda tras los enfrentamientos por la libertad horaria. Apenas duraron un año juntos.

Su papel de follonero ha crecido estos días. Costa está cómodo bajo el foco mediático, el show. Es buen encajador. Y buen golpeador. Pese a no tener competencias, siempre ha terciado en un asunto tan sensible como Puerto Mediterráneo, el megacentro comercial que el grupo británico Intu quiere montar en Paterna. Desde su área, ha activado un plan (Patsecova) que podría vetar el proyecto.

En los últimos días, a cinco meses de las elecciones, ha elevado el tono. Costa respondió en twitter a la visita del embajador británico a València con un «Intu go home». El promotor, obviamente, se lo ha tomado como un insulto, un «desprecio» que «pone en entredicho la seguridad jurídica» en Valencia.

La salida de tono ha desbordado la paciencia en las filas socialistas. Altos responsables de la Generalitat sostienen que, de haber sido del PSPV, estaría fuera del Consell hace tiempo. Es Costa quién dispara, pero es al Palau a donde llegan las quejas de Reino Unido. Puig, que prioriza la buena vecindad con Mónica Oltra, se contiene.

En clave electoral, el discurso del director general desestabiliza a su socio y competidor en las urnas. Y sitúa a Compromís en una posición nítida de izquierdas, de defensa del territorio con tintes ambientales y en contra de las multinacionales con un relato muy simple: proteger al pez pequeño ante el interés del gran capital.

Buen cartel entre las bases

Con la percha de la defensa del pequeño comercio, Costa se ha convertido en uno de los cargos del partido que más pueblos ha pisado. Anoche, sin ir más lejos, daba una charla en la sede de Compromís en Paterna. El comercio le ha convertido en uno de los cargos con mejor cartel, especialmente en el Bloc. Hay incluso quien lo ve como candidato en las primarias para 2019.

En Compromís, no obstante, no todos están satisfechos con la estrategia. Con el proyecto bloqueado, el #intugohome es «innecesario». «Tenemos una buena imagen como partido que defiende los intereses de los valencianos, pero para seguir creciendo necesitamos visualizarnos como un partido que puede gestionar. El caos como norma no es bueno», lamenta una voz influyente en Compromís.

Si el discurso incomoda en las altas esferas de Compromís, nadie se lo ha hecho saber. «Es el Natxo de toda de la vida», apunta otro cargo nacionalista. El enfant terrible del Botànic es un histórico del Bloc desde la universidad y bien relacionado hoy. A principios de los 2000 formaba parte del equipo de Pere Mayor, del que acabó saliendo junto con otros cargos como Ferran Puchades, hoy secretario autonómico de Justicia, o Rafa Beneyto, representante en el comité encargado de reformar la financiación.

Formaron un grupo en el seno del partido nacionalista con, entre otros, su hoy jefe y amigo Rafa Climent. Un grupo de «notables» que aspiraba a unir el partido, dividido en 2003 entre Enric Morera y Maria Josep Amigó, actual vicepresidenta de la diputación, a quien apoyó. Fue de hecho su asesor en el Ayuntamiento de Bonrepòs (2004-07). El grupo ganó influencia, con voz en la entidad Tirant lo Blanc y Nexe, el think tank valencianista. Hoy tiene la complicidad de Àgueda Micó, coordinadora del Bloc.

En paralelo, este licenciado en Derecho se hizo un hueco en el mundo asociativo. Entre 2006 y 2012 fue gerente de Unió Gremial, patronal crítica con el gran comercio. Allí estaba su correligionario Toni Rodilla, dueño del Café Lisboa. Su pasado en Unió Gremial, precisamente, genera suspicacias en el sector. Ha pasado de estar marginada por el PP a recibir ayudas de 250.000 euros en 2019.

El ruido, paradójicamente, está ahogando algún éxito notable. Su estilo controvertido de gestionar lo público -«de prueba y error», definió un veterano del comercio- le ha costado reprimendas de la Abogacía o el Jurídic Consultiu. Con todo, ha logrado un acuerdo entre grandes y pequeños comerciantes por los horarios de apertura. Un pacto, por cierto, positivo para las grandes empresas. Quizá ha hecho valer su experiencia como árbitro de consumo durante siete años. Quien lo iba a decir: Natxo el pacificador.

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