«La economía del siglo XXI no puede desarrollarse a costa de los derechos de los trabajadores asegurados en el siglo XX», afirma Cristina Moreno. Con esta declaración de principios, la directora general de Trabajo presentaba ayer el estudio que va a realizar la cátedra de economía colaborativa de la Universitat de València, a petición de la Generalitat y del Gobierno Vasco. Un informe para describir en un manual y buscar soluciones a los riesgos laborales que sufren los trabajadores de la nueva economía digital, autónomos en su mayoría en tareas de reparto y de multitud de servicios a domicilio.

Será el primer estudio de estas características, y llega además en una autonomía especialmente sensible con la problemática de estos 'autónomos'. La Inspección de Trabajo levantó aquí la primera acta que declaraba a los repartidores en bici como 'falsos autónomos'. También en València se falló la primera sentencia condenatoria.

Los repartidores en bici o moto de Glovo o Deliveroo son el fenómeno más visible, pero solo son «la punta del iceberg» de esta nueva economía, apunta el director de la cátedra y profesor de Derecho del Trabajo de la UV, Adrián Todolí. «Hay empresas de cuidadores a domicilio, profesores particulares, entrenadores personales, cocineros, montadores de muebles... Hay plataformas de todo tipo. Es una nueva forma de organizar el trabajo en cualquier trabajo, y tiene nuevos riesgos», añade.

El especialista, autor de varios libros sobre el fenómeno, anticipa algunos de los riesgos a los que se exponen estos nuevos trabajadores. Como la conexión permanente al móvil: «Conducir una moto o un coche a la vez que desde el móvil recibes instrucciones para llevar un paquete, recoger un pasajero o un cambio de ruta, es un riesgo que puede aumentar la siniestralidad al volante», apunta Todolí.

Además de los riesgos físicos aparecen los psíquicos. El primero, el aislamiento, por el hecho de que este trabajador solo se comunica a través del móvil, no tiene compañeros y carece de centro de trabajo.

El estrés de depender del algoritmo

También en el ámbito psicológico, Todolí advierte del estrés asociado a las valoraciones de los clientes. Y es que en la mayoría de estas plataformas existe ese sistema de evaluación del que puede depender la continuidad del trabajador. Y no es lo mismo tener un jefe, un encargado que ha pasado por el mismo lugar y entiende la dinámica del trabajo, que depender de la puntuación de un cliente que «muchas veces no está preparado» o puede «acabar abusando de ese poder». «El cliente es menos empático que un jefe, desconoce los problemas que puedes tener», dice Todolí. Además, tampoco se puede negociar ni dar explicaciones al algoritmo que procesa las evaluaciones y emite el veredicto sobre si es buen o mal empleado, y del que depende la cantidad de pedidos que, por ejemplo, puede recibir un repartidor de comida.

Un último riesgo: dos estudios europeos han detectado que estos trabajadores, que entran en el ámbito doméstico, tienen más riesgo de sufrir acoso sexual que los trabajadores tradicionales.