Los números ilustran en toda su magnitud el alcance de la última crisis citrícola: el sector ha perdido en esta temporada cerca de 300 millones de euros. Un hundimiento en el que han confluido varios factores: un exceso de oferta, por un lado, y una menor demanda debido al descenso del consumo en buena parte de Europa por las más bien anormales altas temperaturas. A todo ello hay que añadir una maduración tardía en el arranque de la campaña, lo que dificultó las ventas en un principio, y las intensas lluvias de noviembre, que paralizaron la recolección y la comercialización. Por último, las importaciones masivas de terceros países, como Turquía, Sudáfrica y Egipto.

Pues bien, toda esta concatenación de desgracias ha provocado que el 27 % de la producción del sector citrícola valenciano no haya encontrado una salida comercial. Dicho de otro modo, uno de cada cuatro agrios no ha sido vendido. Se ha quedado en el árbol, como se dice coloquialmente. Las pérdidas, como ha quedado dicho, son cuantiosas. Concretamente, 295,5 millones, según un informe elaborado por los servicios técnicos de la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-Asaja). El documento difundido ayer es elocuente: «El presente ejercicio es uno de los más calamitosos en toda la larga historia de la citricultura valenciana».

La organización recuerda que los mencionados datos corresponden a un momento en que el 87 % de la cosecha de la autonomía está ya comercializada o en proceso de venta en los mercados. O sea, queda algo de campaña por delante y, por tanto, los daños pueden incrementarse.

AVA considera que la no comercialización del 27 % de la producción se debe en parte a los efectos de las lluvias torrenciales, pero sobre todo a la «ralentización de una demanda que no ha conseguido absorber la totalidad de la cosecha a través de un mercado que ya estaba muy saturado por la competencia desleal que ejercen los cítricos procedentes de terceros países». La fruta que no ha encontrado compradores «ha generado a su vez un sobrecoste adicional a los agricultores que se han visto envueltos en esta coyuntura, puesto que, además de quedarse sin vender sus cítricos, han tenido que retirarlos de los árboles para no provocarles un desarreglo hormonal», según el comunicado hecho público por AVA.

Variedades

Los 300 millones en pérdidas equivalen a decir que desde que arrancó la temporada los productores han dejado de ingresar 1,5 millones de euros cada día. Los resultados han sido negativos para todas las variedades citrícolas, a excepción de las sanguinas y las mandarinas híbridas, aunque las clementinas y las navelinas son las que se han llevado la peor parte.

En la citada nota, el presidente de AVA, Cristóbal Aguado, subraya que «lo que ha sucedido sirve para demostrar de manera inequívoca tanto que los mecanismos ante situaciones de crisis de la Política Agraria Común (PAC) no sirven para nada -son letra muerta, papel mojado- como que las administraciones -la autonómica, la central y la de Bruselas- muestran una incapacidad manifiesta para adoptar medidas eficaces que alivien verdaderamente los problemas de los productores». Ante este panorama, Aguado señaló que «las administraciones tienen que dejar de pasarse la pelota unas a otras y dejarse de tantas promesas y tanta palabrería cuando se acercan elecciones».

Financiación de Cajamar

En este contexto, las cajas rurales integradas en el Grupo Cooperativo Cajamar han puesto a disposición del sector citrícola dos líneas de financiación especiales. La primera de ellas, por importe de 100 millones, es una línea de circulante a un plazo de 5 años. La segunda consiste en una línea de financiación por 250 millones para acometer reconversiones varietales.