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Se acabó la convergencia en España

El proceso de desigualdad entre autonomías iniciado hacia 1980 no solo no ha finalizado, sino que irá a más, según concluyen varios economistas que acaban de publicar un libro en el que constatan que la C. Valenciana se dirige hacia el furgón de cola

Las infraestructuras, como el AVE, son claves en el desarrollo de un territorio. levante-emv

«La convergencia regional en España puede haber finalizado». Es más, la «creciente desigualdad entre regiones va a ir a más, no solo en España sino también en el resto de los grandes países europeos». Así de contundente se expresa el economista Daniel Tirado, quien, junto a Alfonso Díez-Minguela y Julio Martínez-Galarraga, acaba de publicar Regional inequality in Spain, 1860-2015, un libro en el que constatan que «se ha detenido la convergencia que había al llegar los años ochenta del siglo XX» y que la Comunitat Valenciana ha iniciado un camino inexorable hacia ese furgón de cola que integran las autonomías más rezagadas.

Tirado establece un cierto paralelismo entre la situación actual y la de mediados del siglo XIX, cuando empieza a extenderse la revolución industrial. En aquel entonces se inició una etapa también de crecimiento de la desigualdad territorial debido «a los procesos de especialización productiva y a los cambios tecnológicos que permitieron elevar la renta en las regiones que más rápidamente iniciaron esa ruta», mientas las otras se quedaban estancadas. Aquel período se extendió durante más de medio siglo.

En 1930, en los prolegómenos de la Segunda República, se inicia otra etapa que se prolongará hasta 1980, con la democracia ya reinstaurada. Es un período de clara convergencia. Tirado explica que en los años del desarrollismo franquista a partir de los cincuenta y hasta la llegada de los ochenta «es cuando se reduce la desigualdad», fundamentalmente porque las regiones pobres empiezan a diversificar sus estructuras económicas y, por ejemplo, se van industrializando. Es el caso de la Comunitat Valenciana. Como venían de muy abajo, su potencial de crecimiento era enorme, aunque eso no quiere decir que las más ricas decrecieran. Todo lo contrario.

Democracia

En la etapa que comienza con la democracia vuelve a degradarse el proceso de convergencia y Tirado apunta que debido a motivos generales muy similares a los del siglo XIX: la globalización económica y la revolución tecnológica. La Comunitat Valenciana se acercó a la media en la etapa de convergencia y ahora se está distanciando de las autonomías con mayor renta -Madrid, Navarra, País Vasco, Cataluña o Aragón- y acercándose (cada vez más próxima) a las más pobres, como Andalucía, Extremadura, Canarias o Castilla-La Mancha. Dicen los autores del libro que la Comunitat Valenciana, entre 1980 y la actualidad, «se descabalga del triángulo de riqueza relativa» y añaden que «se observa la concentración creciente de territorios de menor renta en el gradiente que recorre, de Este a Oeste, todo el Sur de la península».

Daniel Tirado cree que la explicación a este fenómeno hay que buscarla en la productividad. En la etapa de convergencia, «la desigualdad venía porque la estructura productiva era distinta según los territorios, mientras que ahora no hay diferencias en ese factor, aunque sí en la productividad». Esas diferencias, que explican la distancia entre unos y otros territorios, se dan dentro de los sectores. Para ser claros, la estructura económica es muy similar sobre el peso que la industria o los servicios tienen en cada autonomía. El problema es cuando una región tiene, dentro del sector terciario, una gran dependencia del turismo, una actividad de baja productividad, frente a otra donde predominan los servicios avanzados tecnológicos.

¿Y ahora qué?

Los autores, por último, se preguntan: «¿Y ahora qué? ¿ Hacia dónde vamos?». Y señalan que, en un escenario de «cambio tecnológico intenso (tercera revolución tecnológica o industria 4.0) y globalización creciente de mercados de bienes y servicios, de mercados de capitales, pero sin grandes flujos migratorios internacionales o regionales, se apunta un escenario de desigualdad regional creciente, polarización de rentas entre territorios relativamente ricos y pobres (con especial protagonismo de las regiones que albergan las capitales de los estados) y un marcado patrón geográfico Norte-Sur».

A este respecto, y ya con una mirada más allá de España, el documento recuerda que «las regiones con mayor renta de Europa se sitúan en un eje que arranca en el Norte de Italia y se extiende hacia Austria, Alemania y Benelux en dirección al Sur de Inglaterra y los países nórdicos. El eje pobre nace en las repúblicas bálticas, recorre el Este de Europa en dirección sur y alcanza Grecia, el sur de Italia y la parte más meridional de la península Ibérica». Otra constatación es que, con excepción de Alemania e Italia, en los países europeos el predominio corresponde a las provincias o regiones donde está ubicada la capital. Madrid es un ejemplo claro. Y, sobre todo, Londres, cuya renta por habitante multiplica por 5,8 la media europea.

Desigualdad

En este contexto de desigualdad, según los autores del libro, se dan las condiciones para la aparición de «nuevas tensiones sociales y políticas de las que son claro reflejo el ascenso de fenómenos que ponen en cuestión los ámbitos institucionales y territoriales de toma de decisiones (europeísmo frente a antieuropeísmo, movimientos independentistas versus recentralización del Estado) o de repliegue ante los efectos territoriales de la globalización (regreso al discurso proteccionista o antiinmigratorio)».

Por último, concluyen que «el empobrecimiento relativo de regiones tradicionalmente prósperas o la creciente brecha existente entre las regiones más ricas y las más desfavorecidas ha asentado la percepción de que, en el actual contexto de cambio tecnológico y globalización, hay territorios que 'no importan' y ello está motivando su 'venganza política'».

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