Hace menos de veinte años Celia y José trabajan una media de 16 horas diarias durante la temporada alta de la naranja, labor por la que recibían un salario mensual de unos 1.600 euros durante algo más de tres meses. Una realidad que es ya agua pasada. Hace unos años que Celia no puede llevar a su casa más de 500 euros al mes en plena temporada. Los precios de los cítricos valencianos se han hundido hasta un 60 % en el campo en un año, ahora las cotizaciones de algunas variedades de naranjas ni siquiera llegan a 0,20 euros el kilo. La carencia absoluta de beneficio para los agricultores está repercutiendo también en el exiguo consumo. «Y eso se nota en los pueblos», apostilla Celia, que es de Algemesí.

Así, entre proclamas que exigían «precios justos» y «dignidad para el campo», centenares de agricultores, convocados por la Plataforma por la Dignidad del Agricultor, recorrieron las calles de València en defensa de la citricultura valenciana hastiados del desplome de los precios y del «nulo» compromiso que adquiere Bruselas con el campo valenciano. La marcha, que contaba con el apoyo de 103 localidades de zonas citrícolas de la Comunitat Valenciana (como Almussafes, Albalat dels Sorells, Corbera, Sollana, Sueca, Oliva o Nules), salió desde la Estación del Norte para concluir frente la delegación del Gobierno.

A modo de decálogo, los manifestantes exigieron al final de la marcha la revisión y renegociación de todos los acuerdos firmados entre la Unión Europea y países como Sudáfrica y Egipto en relación a la importación de cítricos contra la «competencia desleal» para «garantizar la salud de los consumidores europeos informando de las sustancias prohibidas por la UE con las que tratan los cítricos importados de terceros países».

También reclamaron «garantizar la sanidad vegetal de los cítricos europeos», adoptando las medidas necesarias para que no «entren plagas y enfermedades de terceros países», proteger el «cumplimiento de la ley» de la cadena alimentaria para asegurar «una renta digna» al agricultor, garantizar el «etiquetado correcto» del origen y variedad del producto, así como ayudas directas para el campo al que, dicen, no le espera ningún futuro de continuar por la misma línea.

Una problemática que no es solo del agricultor, sino que «es común al pueblo», a «toda la sociedad valenciana». Así, en una «jornada histórica de reivindicación», centenares de personas demostraron en la calle «la respuesta del pueblo» ante el «abuso de los tratados neoliberales» que «matan la naranja valenciana» en pro de la importación y los «intereses económicos». «Sin banderas», insistieron, «ni colores políticos». Solo desde el trabajador del campo que debe «dejar de ver en el agricultor vecino a un enemigo» y empezar a considerarlo un «aliado», defendió Juan, agricultor de Burriana. «Es importantísimo que consigamos la unidad, el individualismo no nos ha traído nada bueno», reconoció, «después de ver todos los días el sufrimiento no solo del agricultor, sino también de su familia, del pueblo».

Naranjas en los árboles

Este año, explica Alberto desde la comunidad de riego de la Vall d'Uixó, «ha habido una sobrecarga de naranja en el mercado de países como Sudáfrica y los agricultores han tenido que pagar para tirar la fruta que se les quedó colgando de los árboles». Motivo por el cual «muchos campos están siendo abandonados», esgrimía Juan Vicente, agricultor de Alquerías. «El precio de la naranja está como hace 40 años y ni siquiera da para poder comer».

Carles Peris, secretario general de la Unió de Llauradors, indicó: «necesitamos un equilibrio en las reglas del juego y en todos los tratados europeos dentro de la cadena agroalimentaria». El dirigente de la entidad también alentó a los que trabajan en el campo a no quedarse en casa, «porque o lo solucionamos nosotros o nadie lo hará».