El cambio climático y la contaminación de la atmósfera son los grandes peligros que se ciernen sobre el planeta. La polución es un problema tan grave que, según datos de la Agencia Europea de Medio Ambiente, causó la muerte de 428.000 personas en el viejo continente.

También reduce la esperanza de vida y aumenta la aparición de enfermedades cardiacas, respiratorias y cáncer. Todo ello sin olvidar que la contaminación ambiental genera un evidente impacto económico.

El tráfico rodado -tanto en las ciudades como por carretera-, la industria, los hogares y las plantas energéticas son los que más contaminan el aire, según el citado informe de la AEMA.

La acción humana deja huella. La peor de las huellas. Se deteriora a pasos agigantados el medioambiente, se talan bosques, la suciedad está presente en ríos y mares, que se llenan de suciedad y plásticos. También los animales sufren el efecto de la contaminación y Naciones Unidas ya ha alertado de que unas 150 especies se extinguen al día por culpa de esta mala gestión de los recursos.

Es por todo esto que, para asegurar la sostenibilidad del planeta, y porque además las fuentes tradicionales de energía están llamadas a extinguirse, las administraciones y las empresas privadas comienzan a plantearse la necesidad de mirar hacia fuentes de energía sostenibles, es decir, benévolas con el clima, con la salud del medioambiente, respetuosas con el mundo que nos rodea.

El uso extensivo de las energías alternativas como la solar, la eólica, la geotérmica, la hidráulica o la biomasa por nombrar algunas, son una apuesta necesaria pero seguramente no suficiente ya que todos estos usos tienen que ir combinados con políticas privadas y públicas que fomenten la biodiversidad, el cuidado con el entorno y la máxima consideración hacia el ser humano.

Por eso el reto es trabajar para encontrar una energía que no dañe el medio ambiente pero que, a la vez, sea competitiva y alcance de las empresas.

Movilidad

El gas natural está llamado a representar un papel clave en la transición energética global hacia una sociedad baja en carbono, en especial por la creciente inyección de gas de origen renovable en su infraestructura. El gas para uso vehicular es el combustible más eficiente, limpio y sostenible ya que conjuga en equilibrio importantes ventajas medioambientales, a través de la reducción de emisiones tanto de CO2 como de contaminantes y de una menor contaminación acústica.

La movilidad es un punto clave. El uso de la electricidad para impulsar vehículos es un reto. Red Eléctrica de España (REE) anunció en diciembre de 2018 la firma de un acuerdo de colaboración con la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) para asesorar sobre la instalación de puntos de recarga que, según sus estimaciones, alcanzarán los 120.000 postes en 15 años frente a los apenas 5.000 actuales. España lleva mucho retraso.

A día de hoy, solo el 1% del parque automovilístico del país es sostenible. REE prevé sin embargo que esta cifra se situé en 2,4 millones en 2030 y se dispare hasta los 24 millones en 2050, cuando prácticamente el 100% de los turismos sean eléctricos.

Otra de las claves es acabar con la dependencia de la economía de los combustibles fósiles como el petróleo y el carbón. España está entre los países de la UE con mayor dependencia de importaciones de combustibles fósiles. De hecho, importa el 98% de los combustibles fósiles que consume, un porcentaje muy superior al de la media europea, que es un 73%.

Una gran expansión de las energías renovables y más eficiencia energética en los vehículos son las claves para acabar con la dependencia mundial de los combustibles fósiles.

Autoconsumo

El autoconsumo eléctrico es el consumo de energía eléctrica proveniente de instalaciones de generación conectadas en el interior de una red de un consumidor o a través de una línea directa de energía eléctrica asociadas a un consumidor. El autoconsumo reducirá la dependencia de los combustibles fósiles, lo cual tiene a su vez un efecto positivo en la economía del estado y de los particulares al reducir el impacto de las importaciones de petróleo y gas en el conjunto de los precios. Las empresas españolas del sector fotovoltaico están en disposición de contribuir de forma factible al objetivo propuesto, tienen la voluntad de invertir y convertir este proceso de transición energética en una oportunidad de generar riqueza económica, empleo y fomentar el desarrollo rural.

El avance de la energía eólica

La eólica ya le ha ganado la guerra al carbón, al gas y a la nuclear. Es más barato, seguro, limpio, saludable y rentable instalar un megavatio (MW) de viento que poner en marcha un ciclo combinado o una central nuclear. En España, el sector eólico prevé una media de crecimiento anual de 1.700 MW hasta 2020, media que podría crecer hasta los 2.000 megas año -estiman desde la patronal- entre esa fecha y 2030.

La transición energética, esa que han intentado frenar durante casi siete años los inventores -iluminados- del impuesto al Sol, ya es imparable.

La potencia eólica en Europa crecerá alrededor de 17 GW al año hasta 2022. Este 2019, la industria marcará un nuevo récord en instalaciones anuales. Esto se traduce en 87 GW de energía eólica que se instalarán en los próximos cinco años.

Queda claro que el desarrollo de las energías limpias es imprescindible para combatir el cambio climático y limitar sus efectos más devastadores.