Junto con sus dos hermanos, Juan -también fallecido- y Vicente, alzaron un imperio desde menos cero, que se extendió a pulso de ellos por todo el mundo. Llegaron a tener tiendas en 120 países, siendo Estados Unidos quienes les inmortalizó. Al igual que sus otros hermanos, dejó plasmada la proeza en varios libros. Fue una inmensa obra a tres, a veces difícil de individualizar, siendo la parte artística la especialidad de Vicente, la económico-empresarial de José y la gerencial de Juan.

Fue a jornal al campo en la postguerra, cuando su familia, como tantas otras, rozó el hambre, sacudiendo el ingenio, la iniciativa y las ganas de cambiar. En una fábrica de su Almàssera natal aprendió la técnica de la cerámica y en san Carlos perfeccionó el arte. En su propia casa, hoy Museo, la familia montó en 1951 un pequeño horno cerámico. Alternaba el ser labrador con el oficio de ceramista.

En sus ratos libres, se subía al tranvía en la Cruz Cubierta, junto al Carraixet, y llevaba a Valencia las piezas que hacían los tres hermanos, a venderlas casa por casa, puerta a puerta. Gustó lo que se hacía, el negocio fluyó y fue necesario ampliar las instalaciones. Carmen Castelló, su esposa, en un viaje a Nueva York me contaba que ofreció una casa y un corral que ella tenía en Tavernes Blanques para hacer la primera fábrica (1959) de porcelanas Lladró. El hornito de la calle san José de Almàssera ya no era suficiente.

Sin saber inglés ninguno de ellos triunfaron en el extranjero, sus artísticas obras hablaban por sí solas, no necesitaban idiomas. A Alemania iban en tren y en las maletas las delicadas obras, se apeaban en las estaciones más importantes y calle a calle, tienda a tienda, sin agentes comerciales ni representantes, las vaciaban, lo vendían todo.

Estados Unidos fue el gran espaldarazo para Lladró. No hay domicilio que se precie que no tuviera en ornato una figura de Lladró. Surgió el gran club de coleccionistas y el boom hizo necesario hacer otra nueva fábrica, la Ciudad de la Porcelana (1967). José quiso que la nueva factoría se levantara en Almàssera, pero no pudieron convencer a la propiedad de los terrenos que creían idóneos para ello para que los vendiera. Y la construcción fue en Tavernes.

Amaban sus orígenes, su pueblo. Durante décadas, gran parte del pueblo de Almàssera ha vivido gracias a Lladró. José, con sus hermanos, acudía a los acontecimientos importantes del pueblo, sobre todo las fiestas de la Virgen de los Desamparados y el Corpus. En su casa, la hoy Museo a cargo del Ayuntamiento, oculta bajo un montón de leña, se salvó de la hoguera iconoclasta de la guerra la imagen de la Mare de Déu dels Desamparats.

Es una casa de pueblo, humilde y pequeña, con mucha historia, la que ensimismados con la evolución de la empresa, vendieron a un horno vecino que la utilizaba como almacén me contaba José en el viaje a Nueva York a ver el Museo que montaron allí. Le comenté que ya que tenía un gran Museo en Norteamérica sería bueno que también Lladró lo tuviera en su pueblo como señal patrio y patricio. No lo dudó. Recompró la casa natalicia al hornero e hizo que se convirtiera en santuario de la saga y familia.

Las cifras económicas no le hicieron perder en ningún momento humanidad en el ámbito fabril y empresarial. De los 2.000 trabajadores que llegaron a tener en plantilla, un centenar largo eran discapacitados. José rechazó siempre lo que él denominaba el "capitalismo salvaje", el ser rico para él no era adinerarse, aseguraba, sino atesorar humanidad. Gustaba de recorrer los departamentos de la empresa, hablar con sus trabajadores, interesarse por ellos. Para él, el trato humano era clave para dirigir su compañía, para que la empresa funcionara bien. Ganas de trabajar, sentirse partícipes e ilusión consideraba que eran motores necesarios e imprescindibles para el éxito.

En múltiples artículos de prensa en diferentes medios iba desgranando su humanizada filosofía empresarial. En 2002, se le otorgó el Premio Príncipe Felipe a la Excelencia Empresarial y en 2003, le nombraron Español Universal.

Lladró fue un tsunami artístico y empresarial que arrolló y dominó todo el mundo, he visto sus piezas en los más variados lugares, desde el Museo Hermitage de san Pertersburgo, hasta su preciosa Virgen de los Desamparados en el escaparate de una lujosa tienda de Miami. No había ciudad o aeropuerto importante que no tuviera tienda Lladró presente.

Hasta sus fábricas llegaron de visita populares e ilustres como Ronald Reagan, Michael Douglas, los Reyes de España don Juan Carlos y doña Sofía, Mijahil Gorbachov, Lauren Bacall, Julio Iglesias, € un desfile de famosos en busca del milagro de la porcelana.