Mercadona inicia hoy su salto internacional con la apertura de la primera tienda fuera de territorio español, concretamente en Canidelo, Vila Nova de Gaia (Oporto). Desde que el 23 de junio de 2016, Juan Roig anunciara que el crecimiento exterior de la firma comenzaría por Portugal, el proyecto Irmadona (su marca comercial allí) le ha ido creciendo entre las manos, de las cuatro tiendas previstas inicialmente a las diez que finalmente se desplegarán en este segundo semestre del año. En siete años, serán un total de unas 150.

Hasta la fecha ha invertido más de 160 millones, destinados a la construcción de los supermercados; de un bloque logístico ubicado en Póvoa de Varzim (Oporto) -al que se unirá otro previsiblemente cerca de Lisboa-; de sus oficinas ubicadas en Oporto y Lisboa, y de un Centro de Coinnovación en Matosinhos (Oporto), donde probará los productos para adaptarlos al gusto local. Según anuncia la compañía, tiene previsto invertir otros 100 millones este año, con lo que el global del proyecto sobrepasaría los 260 millones.

Roig no llega precisamente a un territorio virgen. La cadena, que cerró 2018 con una cuota cercana al 25% del mercado español, empieza de cero en un país con un sector de distribución alimentaria maduro, una política de descuentos contraria al adn de Mercadona, dos gigantes que controlan la mitad del consumo y varios operadores de tamaño destacado.

En concreto, las cadenas Continente y Pingo Doce acaparan más del 55% de la distribución portuguesa. Cientos de tiendas (425 solo de Pingo Doce), para un mercado de apenas diez millones de personas y donde operan otras marcas menores como la alemana Lidl, Minipreço o Intermarché. Los dos líderes son tan dominantes como lo es Mercadona en España.

Grandes marcas y grandes grupos empresariales tras ellas. Continente, con más del 27% de cuota, está controlada desde hace más de una década por la familia Azevedo, una de las más ricas del país con importantes intereses a través del grupo cotizado Sonae, que dispone de enseñas como Worten o Sportzone. Y Sonae Sierra, para el negocio inmobiliario.

Los Azevedo entraron en la alimentación a gran escala tras adquirir en 2007 la red de tiendas que tenía la cadena francesa en Portugal. Con la familia portuguesa Continente creció desde una posición secundaria a liderar el sector. En concreto, saltaron de los hipermercados tradicionales en centros comerciales a las ciudades, con enseñas como Continente Bom Dia o las tiendas de proximidad Meu Super. Sonae MC, la división de comercio minorista, incluye también cadenas de parafarmacia (Wells), coffee shops (Bagga) o supermercados orgánicos (Go Natural).

El patriarca Belmiro Azevedo, fallecido hace dos años, era conocido como «Mr 4%», por el peso de sus empresas en el PIB de Portugal. Sus herederos, Paulo, Nuno y Cláudia Azevedo, representan la tercera fortuna lusa, valorada en 1.463 millones.

La otra cadena de renombre, Pingo Doce, está liderada por la familia del ya jubilado Alexandre Soares dos Santos, la segunda mayor fortuna del país valorada en 1.819 millones. Su lema, «Sabe bien pagar tan poco», augura una interesante batalla comercial con Mercadona. En el caso de Pingo Doce, la relación con la alimentación es más antigua. Nacida en 1980, creció gracias a la compras de cadenas de grupos locales, y desde 1998 vende on line.

Pingo Doce es solo una pata de un gran grupo de distribución, Jeronimo Martins, con 108.000 empleados y 17.337 millones en ventas. Posee la cadena líder en Polonia Biedronka o la colombiana Ara, además del cash and carry portugués Amanhecer. Sendos grupos familiares no se han quedado quietos ante el desembarco de Roig. Han invertido en mejora y apertura de nuevas tiendas. Se trata de un mercado maduro, sí, pero sin llegar a la densidad del sector en España. Hay margen para la batalla.