A 29 de julio, el precio medio del litro de gasolina se sitúa en los 1,329 euros, mientras que el del gasóleo se incrementa hasta los 1,213 euros. Llenar un depósito de gasolina de 55 litros supone un desembolso aproximado de 73 euros, algo más de un euro que a principios de verano, en tanto que hacer lo propio con uno de gasóleo asciende a cerca de 67 euros, unos 70 céntimos más que a comienzos del mes de julio.

El precio del barril de petróleo Brent ha pasado de los 53,8 euros en los que empezó el año a los 65,1 en los que cerró el pasado mes de julio. El anuncio en mayo de 2018 del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de retirar a su país del acuerdo sobre energía nuclear con Irán supuso una brusca crecida del precio del barril de Brent a lo largo del año pasado. Llegó a estar en 82 dólares en septiembre de 2018. Un crecimiento que, aunque contenido en el último año por el incremento en la producción de Arabia Saudí, todavía tiene consecuencias en el precio de la gasolina. Además, la decisión de China de reducir sus compras de petróleo a Estados Unidos ha servido a la OPEP para encarecer su producción, lo que perjudica a países como España.

A eso se une el aumento el precio del dólar y la subida en el Impuesto de Hidrocarburos en nueve comunidades autónomas, que está haciendo que los habitantes de Asturias, Extremadura, Madrid, Aragón, Cantabria, Castilla y León, País Vasco y Navarra noten más que el resto de españoles el incremento del precio de venta.

¿Por qué ocurre esto? España es uno de los países donde la gasolina es más cara antes de impuestos. Según los datos del Ministerio de Energía, el precio del litro de gasolina previo a su carga impositiva es de 61,2 céntimos, por los 59,3 de Francia o los 54,9 de Reino Unido. No obstante, posteriormente, tras los impuestos, pasa a costar 131,4 euros, por los 154,1 de Francia o los 144 de Reino Unido. Alrededor del 40% de lo que pagamos son impuestos.

También hay que tener en cuenta conceptos de índole ecológica. Las industrias relacionadas con el petróleo deben abonar unas cada vez más caras tarifas por emitir dióxido de carbono. A mayor emisión, mayor coste por tonelada y este se traslada al precio final que el usuario pagará en una estación de servicio. Asimismo, la crisis del diésel provoca que la demanda se desvíe hacia la compra de automóviles de gasolina, lo que también es aprovechado por el sector petrolífero.