Sin Barcelona, no hay Anitin. Al menos en su configuración actual. El fabricante de rosquilletas valenciano debe su abundancia a un encuentro que su propietario, Agustín Blay, tuvo en la capital catalana con Juan Roig, presidente de Mercadona. Era el año 2000 y coincidieron en la feria Alimentaria. Blay le dijo a Roig si podían hablar, «de propietario de Mercadona a propietario de un horno». Hablemos, le contestó Roig, según Blay, quien le propuso vender los productos de su panadería en los supermercados de Roig. La respuesta de este fue inmediata: «haremos negocio», dijo.

La palabra se cumplió y gracias a ello Anitin Panes Especiales se convirtió en proveedor de Mercadona y con el tiempo en el líder de la panificación seca. Crecía Mercadona y crecía Anitin, fundada en 1994 por Blay a partir de un horno que sus abuelos Manolo Soriano y Anita Martí crearon en Alberic, primero, y en Benimuslem, después, en la década de 1930. Su nieto trabajó en el horno de la familia desde los 13 años y vivió allí la expansión que llegó más adelante con sus progenitores. Su padre conducía una furgoneta de reparto y su madre, Anitin, reclutaba a sus amigas para elaborar los productos

La ascendente curva de Anitin, con sede en Carlet y con cuatro fábricas, se refleja en sus cuentas de 2018. La empresa superó la barrera de los 61 millones de euros de cifra de negocio (61,42 millones), un 3,66% más que el año anterior, según consta en el registro mercantil. El beneficio fue de 2,37 millones, un 15% menos, por los mayores costes de abastecimiento y los menores ingresos atípicos.

Este año prevé aumentar ventas (por la mayor actividad y la estabilidad del mercado) y beneficios (por más cifra de negocio). La compañía explica en su memoria que está en un proceso constante de «introducción de nuevos productos en consonancia con la demanda de su cliente Mercadona».

La mayor demanda de las rosquilletas y otros panes especiales no solo beneficia a Anitin. También impulsa a su competidor, Velarte, el otro gran fabricante de rosquilletas valenciano aunque de un tamaño muy inferior al de Anitin por cifra de negocio.

La empresa fue fundada en 1969 por Enrique Velarte y también se originó en un pequeño horno de barrio en Castellar. El olor de los sacos de harina sedujo pronto a la segunda generación de la familia, sobre todo al hijo del fundador, Enrique Velarte Navarro, que pasó su vida entre panes y que desde muy joven, con 18 años, entró en el negocio, igual que Blay en Anitin, pero él como repartidor de camiones. Fallecido el año pasado a los 47 años en un accidente, Velarte Navarro impulsó la internacionalización de la empresa, hoy administrada por su madre Amparo Navarro Mocholí. La dirección de Velarte está en manos de José Manuel Selma.

Velarte, que en el pasado también fue interproveedor de Mercadona, facturó en 2018 14,45 millones de euros, un 5,7% más que el anterior. El beneficio neto se recortó un 1,82%, hasta 914.000 euros. La empresa crece por ganar clientes y por el buen comportamiento internacional. Obtiene del exterior el 21% de su negocio. El año pasado sus ventas internacionales se elevaron un 10%, el doble de lo que creció en España (4%).

La compañía reparte dividendos entre sus socios (228.000 euros) pero parte de ellos (el 32%) se queda en la compañía como usufruto, explica en la memoria.