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Tribuna

El hombre sereno y ecuánime

El hombre sereno y ecuánime

Tuve la oportunidad, y el privilegio, hace diez años de leer las galeradas de su libro Así lo viví y así lo cuento, junto con al P. Ángel Navarro, clérigo ilustrado amigo íntimo de toda la familia, y buceé en su intimidad de hombre apacible, serenador, ecuánime, recto y esperanzador.

Aquellas sus memorias, han tenido ya tres ediciones, corregidas y aumentadas por él, quería dejar muy en claro su testimonio de hombre humanista. Hace pocos meses me hizo llegar con su chófer a mi despacho la última edición que me sorprendió por la incorporación de un último capítulo con una significativa foto para mí desconocida en la que aparece con sus otros dos hermanos Juan y José, los tres felices y sonrientes. Por pie de foto la frase «la imagen más deseada». «En ella -escribió- se nos puede ver juntos a los tres hermanos en una actitud con la que me gustaría se nos recordara? Es para mí la imagen más deseada, la que me gustaría decir que nos representa mejor que ninguna otra y que guardo como un tesoro». Era como un testamento oficial, aviso a navegantes.

Los tres hermanos alzaron un gran imperio, el de la porcelana. Lo hicieron desde menos cero, simples labradores en la época más lúgubre de la postguerra. Pronto dominaron en 122 países del mundo el mercado de la cerámica y la porcelana. Vicente Lladró Dolz fue quien siempre puso su buenhomía, su espíritu ilustrado y artístico, para equilibrar temperamentos, caracteres y tensiones. Lo logró muchas veces. Fue el atemperador discreto, prudente, callado, silencioso y eficaz. Aparecía en el momento preciso e intervenía con determinación.

Vicente se sentía muy de Almàssera, el nombre del pueblo que ha llevado por todo el mundo. Después de sus grandes triunfos comerciales, económicos siguió viviendo en el pueblo. Todos los días se acercaba al Casino a jugar sus partidas con la peña de amigos que tenía y a las tertulias de aquel senado popular local. Estaba presente en los grandes acontecimientos locales. Acudía a las singulares procesiones del Corpus o del Cristo, o las veía pasar en la puerta de la casa familiar de la calle san José, siempre discreto, silencioso, emocionado. El dia del combregar d´impedits, el de su santo, era un clásico, invitaba a sus amigos más cercanos a desayunar chocolate en su casa al término de la madrugadora procesión.

Saludaba a todos. Durante muchos años numerosas familias de Almàssera en los tiempos más difíciles gozaron de la suerte de tener trabajo y salarios dignos gracias a que parte de sus miembros fueron empleados en su fábrica de porcelanas. Era muy amable y campechano en su vertiente social y la personal fue de los tres el artista, el creativo, dominaba las bellas artes. Inquieto se convirtió hasta en piloto de aviación en el escaso tiempo libre que el trabajo le dejaba, el cual también repartía entre el tenis y el golf, actividades que le sirvieron para escapar del estrés, de las tensiones y preocupaciones, y le servía además para reflexionar.

El mismo se confesaba romántico e idealista, cualidades difíciles de hallar en un hombre de negocios al uso. «Sensible en lo personal y duro en lo profesional? Me ha gustado mucho trabajar en equipo y lo he fomentado?» Admiraba a Leonardo da Vinci y con él pensaba que los hombres de buena voluntad «son naturalmente deseosos de saber». Admiraba a quienes han dejado un legado provechoso a las generaciones posteriores, a quienes, grandes o pequeños, contribuían al bienestar de la humanidad, con la esperanza de que el ejemplo cundiera «y acabe prevaleciendo la parte buena de todos nosotros». Así era Vicente Lladró Dolz.

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