La Generalitat ha comenzado a trabajar con discreción en uno de esos proyectos que, de alcanzarse, hacen recordar una legislatura: la puesta en marcha de la que sería la primera fábrica de baterías para coches eléctricos en España. Se trata de un proyecto complejo, dependiente de la iniciativa privada y del apoyo de las instituciones europeas, pero que el Consell ha decidido sondear. Básicamente por el contexto de encrucijada para el sector del automóvil, cuyo impacto en la economía valenciana es notable y que está en estos momentos pendiente de un cambio radical en la movilidad.

Según ha sabido este diario, altos cargos de la Generalitat han presentado esta semana en el Ministerio de Industria la iniciativa, con la intención de implicar al Gobierno en la búsqueda de complicidades de financiación en Bruselas. También están previstas a lo largo de la próxima semana varias reuniones con el empresariado valenciano.

«Todo está en fase de contactos», tanto con el sector privado como con las administraciones, se limitan a comentar desde el Palau, desde donde se empezaron a trabajar en el proyecto en la anterior legislatura. Un proyecto de este calibre requiere miles de metros cuadrados de superficie disponible y cientos de millones de euros de inversión. La Generalitat, obviamente, piensa en Almussafes como su ubicación ideal, donde se sitúa la multinacional Ford. La política industrial, que depende de la Conselleria de Economía de Rafa Climent, está presentando especial atención a los cambios de la industria del automóvil.

El sentido de una planta de baterías de iones de litio es situarla cerca de los fabricantes, lo que hace viable el proyecto. Pero también son necesarios socios tecnológicos para ponerla en marcha y, sobre todo, una cartera importante de clientes. La complejidad estriba en encontrar el pool de empresas interesadas en crearlas.

Iniciativas en el sector del automóvil

La Unión Europea es en estos momentos un hervidero de iniciativas encaminadas a rebajar la absoluta dependencia que la industria europea del automóvil tiene de la tecnología china. China es productor del 61% de baterías para coches que se fabrican en el mundo; otro 21% depende de otros países asiáticos, como Corea del Sur, y el del 10% de Estados Unidos. Son los asiáticos quienes tienen el acceso a la materia prima y el respaldo de unos estados que hace tiempo apostaron por esta tecnología. Catl, de China, LG Chem y Samsung SDI, de Corea, y Panasonic, japonesa, son algunos de los grandes fabricantes. Además de la dependencia, el coste y el impacto ambiental del transporte de estas baterías es considerable, un obstáculo teniendo en cuenta que los planes de producción pasan por convertir el coche eléctrico en la primera opción a medio plazo.

Desde la Comisión Europea se calcula que en estos momentos se necesitarían entre 15 y 20 gigafactorías para cubrir la demanda en Europa de los próximos años.

Todos los fabricantes están lanzando sus planes de electrificación y las instituciones comunitarias y los principales gobiernos están apoyando estas iniciativas de forma indisimulada. Francia y Alemania han impulsado una especie de proyecto Airbus (de la industria aeronáutica) pero para la fabricación de baterías eléctricas. El grupo francés PSA (Peugeot, Citroën y Opel), y el fabricante de baterías Saft han sido los primeros en incorporarse a esta cooperación franco-alemana. La Comisión Europea ha autorizado una reserva de fondos públicos de hasta 1.200 millones para este proyecto.

No es el único plan de fabricantes europeos, ni tampoco el único que está recibiendo apoyos públicos. Ya en 2017, la UE lanzó una «Alianza de Baterías de la UE» como marco de cooperación para desarrollar estos planes. Dentro de esa política, el BEI, banco de inversiones de la UE, ha comprometido también su apoyo, con 350 millones de crédito, a la empresa sueca Northvolt, una startup surgida hace tres años de la mano de un ex de Tesla (la firma americana de vehículos eléctricos) que va a lanzar en Suecia su primera gigafábrica de células de baterías de litio de iones.

La firma nórdica se ha convertido en uno de los referentes de la nueva industria que quiere hacer de Europa una región competitiva. Entre sus accionistas están Volkswagen, BMW o Goldman Sachs. Al proyecto de la factoría sueca se une otro en Salzgitter (Alemania) con Volkswagen.