Hace tiempo que los científicos alertan del impacto del cambio climático en la agricultura. Además del aumento de las temperaturas y fenómenos meteorológicos extremos, las pérdidas agrícolas se agravarán por las plagas de insectos. Según un reciente estudio, publicado en la revista Science, con el cambio climático tendremos más insectos y más hambrientos.

Pero, además, debido a la globalización, el mundo se ha hecho un lugar mucho más pequeño y las plagas se mueven con mayor facilidad. Cada año, miles de millones de productos vegetales son trasladados por el mercado interno de la UE, o se importan desde países de fuera. Es evidente que las nuevas plagas devastadoras no se detienen en las aduanas.

Por ello, debemos considerar la entrada de nuevas plagas como una amenaza, no solo para las plantas cultivadas, también para los bosques, áreas de ocio, ecosistemas naturales y su aprovechamiento, y en general, como degradación de la biodiversidad.

Y ante este panorama surge una pregunta ¿tenemos la seguridad de que los métodos de control existentes son capaces de detectar todos los envíos con presencia de plagas?

El sector no parece tranquilo y el ejemplo del reciente brote de Xylella fastidiosa en Italia lo confirma. La primera notificación de la enfermedad fue en 2013, cuando ya estaba muy extendida. La enfermedad ha dañado gravemente la economía agrícola y el paisaje tradicional de la región afectando a más de 23.000 has de olivar.

En un informe elaborado por el Centro Común de Investigación de la Comisión Europea, se listan veinte especies cuyo impacto económico, medioambiental y social sería de máxima gravedad, en caso de entrar en el territorio de la UE. Entre las 5 primeras especies, ordenadas de mayor a menor impacto, se encuentran dos enfermedades producidas por bacterias y que son transmitidas por insectos que sí están presentes en nuestro territorio. La entrada de material contaminado con estas enfermedades podría tener graves consecuencias.

Xylella fastidiosa

Según los datos publicados en el citado informe, la bacteria Xylella fastidiosa, se considera la especie potencialmente más perjudicial. Si se propagase a través de toda la UE, esta enfermedad podría provocar pérdidas de producción anuales de 5.500 millones de euros, afectando hasta el 70 % del valor de producción de los olivos y en porcentaje menor a los cítricos, los almendros y la viña con una pérdida estimada de casi 300.000 puestos de trabajo.

En el caso de la terrible enfermedad bacteriana HLB o greening, se estima que podría ocasionar en Europa unas pérdidas de producción anuales de 2.600 millones de euros, afectando al 70% del valor de la producción y destruyendo unos 55.600 puestos de trabajo. Su vector, la Psila africana (Trioza erytreae), ya ha llegado y está distribuido por Galicia y parte de Portugal.

La Comisión Europea ha elaborado un Reglamento que pretende mejorar las medidas existentes en el control de entrada de material vegetal. Sin embargo, dado que no hay remedio en la actualidad para estas enfermedades, no podemos confiar en defendernos solo con medidas de prevención para evitar la entrada. Si consiguen entrar, serán necesarias también otras medidas para permitir el control de las poblaciones de insectos que las transmiten.

Con estas perspectivas la pregunta es clara ¿qué herramientas tenemos para controlar los insectos vectores?

Cada vez menos. La política europea es cada vez más restrictiva limitando el uso de los productos fitosanitarios.

Una absurda quimiofobia se está instaurando en la opinión pública a través de corrientes de opinión basadas en temores carentes de fundamentos científicos. Estas tendencias ya están condicionando las decisiones de la Comisión en relación a la autorización de sustancias fitosanitarias. Se impone el principio de precaución y se ignoran las ventajas que entraña el uso reglamentado y controlado de fitosanitarios por parte de los agricultores profesionales.

Y pone en peligro la eficiencia y la competitividad agraria europea y la falta de rentabilidad agrícola.

Nadie discute que la acción de prevenir siempre es mejor que la de curar. Sin embargo, este razonamiento no excluye la existencia de una cura. Dada la alta probabilidad de ser invadidos por una de estas 20 especies deberíamos revisar razonablemente los criterios que se están siguiendo para evitar la reducción de soluciones fitosanitarias con las que poder defendernos.