María tiene 28 años, trabaja en un comercio por las mañanas y por contratos de un día en una actividad de atención al público. «Me he dado dos años, si a los 30 sigo así, me vuelvo a Francia, donde tengo aún el paro», asegura. Porque María trabajó hace unos años en el país vecino dando clases de español en un colegio y de recepcionista en un gimnasio. Volvió en 2016, cuando la recuperación, y encontró un empleo temporal en un comercio que le van renovando con un contrato de 20 horas, aunque también hace horas extra. El otro trabajo es aún más precario, dado que son empleos por jornadas y por cuatro horas. «Todos los días me llega un contrato al móvil que tengo que firmar». Como muchos subempleados, entre los dos empleos «solo llego a ser mileurista», mientras que en Francia, donde percibía el salario mínimo, cobraba 1.400 euros al mes. «Allí sí te puedes independizar, no como en España», se lamenta. Ella estudió Auxiliar de Enfermería, pero, cuando quiso hacer el acceso al Grado Superior, «no me cogieron». María es muy metódica y hace un estricto plan de ahorro.