El sector del azulejo llegó ayer a su cita anual con su feria Cevisama con la satisfacción de haber mejorado sus previsiones de 2019 y la cautela ante un 2020 que se presenta plagado de incertidumbres políticas y económicas. El presidente de la patronal sectorial Ascer, Vicente Nomdedeu, explicó que el sector, donde las exportaciones representan el 75 % de las ventas y alcanzaron los 2.850 millones de euros, creció en 2019 en torno al 4 %, más de lo calculado, pero que para este 2020 «seremos cautos» y la subida se quedará entre el 1,5 % y el 2 %. Y es que se ciernen nubarrones como la guerra comercial entre China y EE UU, el proteccionismo de países como Arabia Saudí o la competencia creciente de industrias con materiales como el vinilo, el papel pintado o la madera. A este respecto, recordó que, de la misma forma que «nosotros sacamos el azulejo del cuarto de baño y las cocinas, ellos también están buscando otros nichos».

Nomdedeu informó también de que, al cierre de 2019, los mercados con mejor comportamiento habían sido los estratégicos para el azulejo, es decir Europa y Estados Unidos-Canadá, con un crecimiento medio del 5 % en el primer caso (del 8 % en Francia) y del 17 % en Estados Unidos. En España, el crecimiento de las ventas se situó en el 8 %, hasta llegar a los 940 millones. En relación al Brexit, el presidente de Cevisama, Manuel Rubert, destacó que el sector ya se ha acostumbrado a la salida del Reino Unido de la UE pero que los británicos son el tercer mercado de exportación del sector azulejero, por lo que «se va a continuar mimando».

El futuro ferial

Por su parte, el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, y el alcalde de València y presidente del patronato ferial, Joan Ribó, marcaron sus posiciones respecto al futuro modelo de la institución, un diseño que deben acordar ahora PSPV y Compromís, una vez despejada la asunción de la deuda por la Generalitat. No pareció que Puig y Ribó exhibieran las discrepancias que expresan entre si las consellerias de Hacienda (socialistas) y Economía (Compromís), la primera partidaria de la privatización y la segunda, del control público. Puig indicó que «no hay que tener una actitud maniquea» y abogó por que una «parte pública» en la nueva entidad «debe haber, porque el sector público es el que ha invertido» mediante la subrogación de la millonaria deuda. En la «cogestión» se decanta por la participación del sector privado.

Por su parte, Ribó afirmó que la nueva Feria «debe tener un carácter público», aunque «no digo al 100 %» y defendió además que los sectores que están detrás de los grandes certámenes que organiza la institución -como sería el caso del azulejo en relación con Cevisama- «deben participar en la gestión y dirección. Cuando hablemos de la entrada de particulares no nos olvidemos de los sectores».