Existe incertidumbre en todas las administraciones por el calado que ha empezado a adquirir la revuelta del campo, que hoy viernes llega a València bajo el lema «Basta ya de engañar al agricultor y al ganadero». Una reivindicación que podría ir a más porque la sostiene un colectivo hastiado por los bajos precios y la escasa rentabilidad que el campo ofrece al productor.

El temor radica en que la protesta genere un caldo de cultivo que convierta el mundo agrario en caladero de la ultraderecha, que no ha escondido que busca capitalizar ese malestar. Vox es uno de los partidos que ha anunciado su adhesión a la manifestación de agricultores de hoy en València. Fuentes del Consell puntualizan que la de hoy no es una manifestación contra las políticas del gobierno valenciano, pero la protesta se va a seguir al detalle desde la Generalitat.

Cargos que han tenido reuniones esta semana en las que ha participado el ministro de Agricultura, el valenciano Luis Planas, señalan que ha planteado su temor, tras las protestas vividas en Extremadura o Andalucía que acabaron en incidentes, a que cualquier chispa haga saltar en el campo una protesta que pudiera convertirse en una especie de «chalecos amarillos» españoles, imitando una revuelta que estalló en el interior de Francia por los precios del combustible y que ha puesto en jaque al Gobierno galo durante meses por su grado de violencia.

«Nos está preocupando mucho y estamos estudiando como podemos frenarlo y nos preocupa también el discurso de algunos dirigentes agrarios que parecen fomentar un tipo de populismo que puede beneficiar a Vox», admite un alto cargo del Consell.

Una manifestación que se prevé masiva

manifestación En esos encuentros, el ministro Planas, un político de amplísimo currículum que conoce perfectamente la política agraria, ha mostrado alarma ante la situación que puede brotar en la España rural si no se toman medidas y el caso valenciano no es muy distinto. En la Administración valenciana vaticina que la respuesta a la manifestación de hoy será masiva.

Pero hay una derivada más política. Es tanto el malestar que se detecta en el campo valenciano que algunas voces manejan incluso la posibilidad ya no de que la ultraderecha intente pescar en el río revuelto de ese malestar sino, como ha ocurrido ya en algunos puntos de Europa, que pudiera crearse el germen de un partido ruralista de tendencia ultraderechista. Por ello hay voces en la Administración valenciana que ven la necesidad de comenzar a actuar y ponerse de una forma decidida detrás del agricultor para que sienta que los gobiernos están de su lado.

Dirigentes autonómicos advierten de que si el mundo agrícola se pone en pie de guerra la protesta social puede ser de gran magnitud. Los bajos precios en el campo actúan de catalizador y esa indignación puede atraer a muchos hacia posturas intolerantes como las que ofrece la ultraderecha española.

De hecho, tras la preocupación que Planas trasladó al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tras los sucesos en Extremadura, nació una agenda rural del Ejecutivo para tratar de convertirse en dique de contención de la revuelta.

La conselleria de Agricultura, Mireia Mollà, ha citado a las organizaciones agrarias el lunes para dejar pasar la tractorada y la protesta y que los productores y las organizaciones agrarias hagan su proceso reivindicativo sin interferencias, aunque desde la conselleria apuntan que están continuamente en contacto con el mundo agrario. Aún así, los problemas que se plantean exceden las competencias del Consell porque entra en juego la distribución y es el Gobierno el que tiene que sentarse o en el caso de los tratados de libre comercio tan dañinos para el campo valenciano es Europa la que deciden. Pero el debate de fondo que se abre es que el modelo agrícola valenciano ya no es capaz de competir con países terceros y es necesario ofrecer un valor añadido para frenar los bajos precios.