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El negocio agrario de Marruecos

El país africano dispara sus ventas hortofrutícolas a Europa y espera más avances a través del nuevo plan estratégico

El negocio agrario de Marruecos

En el otoño de 2018 el rey Mohamed VI de Marruecos, en la apertura de la asamblea legislativa ante los miembros de las dos Cámaras del Parlamento insistió en que la agricultura tenía que representar un papel socioeconómico más importante con el fin de favorecer la emergencia de una clase media agrícola en el país. En esos momentos hacía ya nueve años que el Plan Marruecos Verde (PMV) estaba en funcionamiento y hasta entonces todo parecía funcionar perfectamente según lo trazado.

Han sido necesarios 482 días desde el discurso real, para que Aziz Akhannaouch, Ministro de Agricultura, Pesca, Desarrollo Rural, Aguas y Bosques, quien estuvo en el inicio del mencionado plan y que ha permanecido al frente del mismo durante todo este período, presentase al rey el programa Generación Green 2020-2030 que entre otros objetivos además de «valorizar» el elemento humano a través de una emergente clase media agrícola (con la creación de 400.000 empleos en la agricultura familiar), favorezca el surgimiento de jóvenes empresarios agrícolas a los que se dotará de un millón de hectáreas de tierras colectivas, consolidando con ello sectores agrícolas que puedan acelerar el ritmo de las exportaciones, e intentando que el PIB (PIB) agrícola alcance en el 2030 los 25.000 millones de euros.

Junto con ello el Plan prevé facilitar agua a 510.000 hectáreas (hoy de secano) lo que beneficiará a un total de 160.000 agricultores, y equipar con el sistema de riego gota a gota a 350.000 hectáreas suplementarias. Este importante aporte hídrico se verá reforzado con la construcción de 20 grandes pantanos con una capacidad de 5.380 millones de m³, ampliando el potencial nacional de las pequeñas presas (actualmente Marruecos cuenta con 130 de ellas, aumentándose la cantidad en 30 más)».

«No hay agua en el cielo ni en el subsuelo» se quejaba estos días un campesino marroquí ante la sequía que azota el país y que, posiblemente, si continua en las próximas semanas dará lugar a una de las peores cosechas de los últimos años. De los nueve millones quinientas mil hectáreas cultivables el 85% son de secano y algo más del 15% están en regadío (1.400.000 hectáreas). Si tenemos en cuenta que la agricultura en Marruecos es el primer contribuyente del PIB (14%) delante del turismo y la industria, da migraña a los economistas constatar que el crecimiento del país, la economía del reino, depende cada año de la pluviometría. Con 350 mm/anuales de media, y previsiones, según la Dirección General de Meteorología, de que a causa del cambio climático las precipitaciones de aquí al 2100 descenderán un 20 %, el futuro alimentario de los 36 millones de habitantes (actualmente) del vecino país se encuentra comprometido.

«Con los años nos hemos acostumbrados a vivir con la sequía, pero hasta un cierto límite. A un año lluvioso seguía un año seco y viceversa. Pero sufrir como ahora dos años sin lluvia es difícil de soportar», según nos decía Mohamed Mahrouki presidente de la cooperativa cerealista de El Gara.

El 75% de la Superficie Agraria Útil (SAU) está cultivada de cereal (o mantenida en barbecho). El consumo de pan de los marroquíes es de los más elevados del mundo (200 kg/habitante/año), cuando la media mundial es de 156 kg. Con una producción que en ocasiones no alcanza ni al 50% de su consumo, Marruecos se ve obligado a importar cada año millones de toneladas de terceros países (por este orden: Francia, EE.UU, Canadá, Ucrania); 7,5 millones en 2017, y posiblemente en 2020 se alcancen los 10 millones de toneladas. Un año por otro, el coste es de 1.000 millones de euros. Cereal para consumo humano y para fabricar piensos compuestos para la ganadería (cebada, maíz, trigo forrajero).

Los rendimientos del cereal (y de leguminosas, otro gran cultivo alimentario) en esa agricultura de secano son bajos, entre 10 y 20 quintales, producto de una agricultura familiar de mediana y pequeña dimensión, generalmente con menos de 5 hectáreas, escasa mecanización, con un uso aún generalizado de la tracción animal, sin una fertilización eficaz, que muestra la debilidad estructural lo que lógicamente hace necesaria la importación de productos agrícolas básicos.

Que no son solo el cereal. Las importaciones de azúcar ascendieron de media en los años del Plan Marruecos Verde a 1.800 millones de toneladas con la particularidad que fueron aumentando con la aplicación del Plan (el 22% en ese período). De oleaginosas llegaron a importarse 700.000 toneladas en 2017 (aceites:fundamentalmente de girasol y cacahuete; algo de soja y colza). Se dio también el caso paradójico de que el año de inicio del PMV la producción nacional de aceite de girasol fue de 59.000 toneladas y en 2017 solo alcanzaba las 30.000 toneladas. Se han hecho importaciones de leche, según años, dependiendo en gran medida de la pluviometría.

Queda un largo camino para alcanzar la clase media agrícola que desearía el rey Mohamed VI si tenemos en cuenta además de lo dicho que entre 1,3 y 1,6 millones de personas, que pueden ser calificadas como pobres, viven en las zonas rurales y que den Marruecos un 37,55% de sus habitantes es aún rural: los 2/3 de pobres del país viven en el mundo rural.

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