Siempre he sido agricultor. Mis padres también lo eran, y mis abuelos, y mis bisabuelos, y mis tatarabuelos. Generación tras generación hemos trabajado y tocado la misma tierra. Cuando para muchos era un oficio menor y mal visto, para mi familia era mucho más que nuestro modo de vida, era parte de nuestro ADN. Desde que recuerdo siempre lo he sentido así. Hoy ese orgullo es más intenso que nunca. Me emociona ver el comportamiento de los agricultores y ganaderos en estas semanas de confinamiento social. Desde la secretaría de UPA-PV veo su entrega desinteresada a una sociedad paralizada por el coronavirus y el encierro. No dudan. Tienen muy clara su responsabilidad, su compromiso. Colaboran con Ayuntamientos, fumigan, prestan tractores, vehículos, herramientas?Me consta que muchos han donado sus propios equipos de protección, gafas, mascarillas? Se las han entregado a los profesionales sanitarios que tanto los necesitan. Todo ello lo hacen sin abandonar su principal labor, la que los hace imprescindibles en la base de la cadena alimentaria: el trabajo en el campo o en las explotaciones ganaderas.

Son conscientes de que la necesidad. Sus productos deben llegar a las familias recluidas. Cada jornada estos héroes rurales abandonan sus hogares como si el Covid-19 no fuese con ellos, pero sí que va y lo saben. Se protegen a sí mismos frente a él. Protegen a sus familias, y a los ciudadanos a los que destinan su producción. Extreman las medidas higiénicas y sanitarias para combatir la pandemia: distancias, limpieza de manos, guantes? Con ello aseguran que todos los alimentos lleguen a los centros de distribución, en óptimas condiciones.

Creo que, sin desmerecer a ningún colectivo, los agricultores y ganaderos también se merecen el aplauso de las 8 de la tarde. Hay muchos héroes.