Tanto CaixaBank como Bankia han llegado a las negociaciones para la absorción de la segunda por la primera en una situación completamente contraria, en cuando a tasa de morosidad, a la que tenían en 2012, cuando se produjo el rescate del sistema financiero español y singularmente el de la entidad heredera de Bancaja, a la que fue necesario inyectarle 22.400 millones. Hace ocho años, este banco tenía una mora, es decir, créditos impagados, del 13 % (llegó al 14,65 % un año más tarde), mientras que el pasado mes de junio su tasa estaba en el 4,9 %, una décima menos que justo un año antes.

El caso de CaixaBank es parecido. En 2012, el banco de origen catalán soportaba una morosidad del 8,6 % que un año más tarde había subido al 11,7 %. El pasado junio, ese porcentaje había descendido al 3,6 %, frente al 4,7 % del mismo mes de 2019. El problema para ambas entidades -y uno de los motivos por el que analizan su fusión- es que la crisis del coronavirus augura un importante incremento de los impagos y una necesidad creciente de hacer provisiones que irían contra la cuenta de resultados

Por otro lado, la patronal autonómica CEV y el Consell llevan días ejerciendo presión pública, pero también privada, para garantizar que la sede social de la nueva entidad se mantendrá en València, donde en estos momentos tienen fijados sus domicilios tanto Bankia como CaixaBank. Las fuentes consultadas aseguran que las manifestaciones de ayer del presidente de la Generalitat, Ximo Puig, y del líder de la CEV, Salvador Navarro, cantando las bondades de la ciudad y expresando su confianza en que la sede no cambie de lugar tienen sobre todo un objetivo preventivo. Los datos que han trascendido hasta ahora sobre la operación indican que no se moverá la sede, pero es cierto que en negociaciones tan complejas como esta todo puede acabar sucediendo. A favor, los factores son varios. En primer lugar, que no es un elemento trascendente, a diferencia de la sede operativa, donde están los servicios centrales. Ese es el gran caballo de batalla.

Además, del compromiso desde el primer día del presidente de Bankia, José Ignacio Goirigolzarri -que sería el presidente ejecutivo de la nueva entidad- con València, está un factor determinante: CaixaBank tuvo que dejar Barcelona como sede social en octubre de 2017 por la deriva independentista. Mientras esta se mantenga, como sucede ahora, no volverá, pero trasladarse a Madrid también es conflictivo para su imagen en Cataluña. Por tanto, València resuelve todos los problemas.

Los consejos, el lunes

Por otro lado, los consejos de administración de CaixaBank y Bankia se reunirán previsiblemente el próximo lunes para fijar la fecha en la que celebrarán sus respectivas juntas extraordinarias de accionistas, con el objetivo de aprobar la fusión por absorción de la segunda por la primera. Según fuentes del mercado consultadas por Efe, la negociación continúa «al más alto nivel» entre los gestores de ambas entidades, cada uno con sus respectivos equipos de asesores, al tiempo que se revisan en profundidad las cuentas para tener perfilados cuanto antes los términos del acuerdo.