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Tribuna

Efectos colaterales

Efectos colaterales

Q uizás esto ya no tiene marcha atrás, el cambio brusco que se ha producido en toda la sociedad como consecuencia de la pandemia, afecta a todos los sectores y a todos los países y ha venido para quedarse. Los efectos, sobre el transporte en general, han sido demoledores y serán, con toda seguridad, el inicio de un camino incierto para un sector que ya vivía con una herida sangrante desde la crisis de 2008.

Sobre el transporte portuario, más de lo mismo, a los problemas derivados de la competencia desleal y de la limitación de márgenes, se viene ahora a consolidar el problema derivado de la expansión de la covid, un problema que ha justificado muchas decisiones empresariales que no favorecen la competitividad del Puerto de València. Durante el momento más duro de la pandemia, terminales y depósitos del recinto del Grao, recortaron horarios de trabajo, ajustando su actividad y sus plantillas a una demanda incierta y por definir en aquellas fechas. Meses después esos horarios limitados, no se han restablecido en todos los casos, rebajando las expectativas de competitividad de nuestro puerto frente a otros.

Pero además, a día de hoy seguimos teniendo que tramitar el acceso a los depósitos de contenedores con procesos lentos y obsoletos (ordenes de entrega/admisión físicas) que retrasan la operativa y no ayudan a la prevención del contagio, con la honrosa excepción de Transbase Soler Puerto. La incorporación de procesos digitales en este caso es perfectamente asumible por parte de los depósitos de contenedores, ya que no requiere de grandes inversiones, de modo que desde la óptica del transportista no se entiende la negativa a dar este paso, tan necesario en el actual contexto.

La escasez de contenedores vacíos es un problema añadido. Y es aquí, cuando encontramos una derivada más de la covid, volvemos al problema recurrente de la pésima gestión de los contenedores vacíos, agravada ahora con una alarmante escasez de stock, ya que las compañías navieras están priorizando, en los trayectos marítimos, la carga del contenedor lleno frente al vacío. Sin duda, las consecuencias ya se empiezan a notar desde el punto de vista comercial y operativo, generando sobrecostes y perdida de confianza de los clientes, cuya mercancía se acumula en sus instalaciones, saturadas ya en muchos casos.

Estas decisiones empresariales exigen una visión de conjunto. En un mercado altamente competitivo como es el nuestro, este proceso de adaptación se ha de producir en el menor tiempo posible, lo que requiere que todos los actores de la comunidad portuaria, sin excepción, trabajemos en una misma dirección. Por el contrario, si cada uno vela únicamente por su interés, a medio plazo perderemos el liderazgo que tanto ha costado conseguir.

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