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La tenaza de la Deuda Covid

Los impagos ahogan a los autónomos tras un año de pandemia

Un 68% de pymes de hostelería y ocio tienen deuda positiva y resultados negativos, según el Banco de España

Un feriante madrileño protesta por la falta de ayudas

La primera rebelión de autónomos contra las deudas derivadas de la pandemia la están protagonizando los taxistas de Barcelona, en cuyo colectivo Élite Taxi saltó la chispa en otoño. Y no de fuego, sino de papel: un formulario titulado “solicitud de modificación del contrato de préstamo” empezó a circular entre los chóferes barceloneses, que lo comparten y se lo bajan de la nube de Google.

“Vengo a solicitar la modificación del indicado contrato de préstamo en base a la alteración sustancial de las circunstancias económicas…”, dice el documento. El destinatario es siempre un banco o una financiera. Los taxistas están renegociando los préstamos que firmaron para coche y licencia “en aplicación de la denominada cláusula rebus sic stantibus, reconocida por la jurisprudencia del Tribunal Supremo”, dicen sus cartas.

“En general la banca está accediendo a renegociar. Y menos mal -dice Tito Álvarez, líder de Élite Taxi-, porque llegamos a plantearnos manifestaciones a las puertas de las sucursales. La pandemia lo había parado todo, no había turismo, cayó la facturación un 70%, pero los recibos seguían viniendo. Yo estaba viendo gente muy quemada, agobiadísima, hasta pensando en quitarse de enmedio”.

Los taxistas, tribu emblemática de los autónomos, han encontrado un parapeto de papel para cubrirse de su parte en los 65.000 millones de euros que han perdido los trabajadores por cuenta propia en España en el primer año de pandemia. La cifra es del Barómetro Covid-19 de ATA, principal asociación de autónomos. En ese foro estiman que casi todas esas pérdidas se han transformado ya en deuda, porque la mayoría de los emprendedores pequeños no tiene colchón financiero, ni otra salida que entramparse… o diferirle el pago a otro autónomo.

Vulnerables

El documento de los taxistas barceloneses se ha extendido entre chóferes de otras ciudades. Son uno de los colectivos de autónomos más aplastado por los débitos, los diarios (combustible, mantenimiento, impuestos) y los del coche y la licencia que adquirieron a base de traspaso e hipoteca.

No hay una iniciativa igual entre los otros autónomos más golpeados, los hosteleros, pese a que, entre confinamientos, andan por lo general sin ingresos desde marzo de 2020.

En el estudio ‘El impacto de la crisis del covid-19 sobre la situación financiera de las pymes españolas” -presentado el pasado 18 de febrero por Óscar Arce, director de Economía y Estadística del Banco de España- la hostelería lidera la vulnerabilidad ante el fantasma de la insolvencia. El 68% de los bares, restaurantes y salas de ocio se consideran “vulnerables” en función de su deuda neta, o sea, “tienen deuda neta positiva y resultados nulos o negativos”, explica el informe, que incluye en esa misma situación al 40% de las pequeñas firmas de transporte y almacenamiento.

No son porcentajes pequeños. “El autónomo español tiene miedo al fracaso, y entrampará a la familia, y si está desesperado incluso tirará de tarjeta con intereses elevadísimos –aventura la economista Janira Benages, del bufete CCB Sin Deudas BCN-. El concurso de acreedores no es una solución real para él, porque no ayuda a hacer frente a la deuda con Hacienda y la Seguridad Social. Somos el único país de Europa en el que las administraciones no negocian los impagos”.

Las pérdidas de 2020 entre los autónomos pueden ser descomunales. A una estimación de 70.000 millones, María José Landáburu, secretaria general de la Unión de Asociaciones de Trabajadores Autónomos y Emprendedores (UATAE), añade el problema del retraso en el pago: “Este año los autónomos somos acreedores de otros autónomos, y los pequeños son víctimas de los grandes porque la ley de pago a proveedores no tiene régimen sancionador, y no castiga al que retrasa su pago”.

Como un huracán

“Llega un momento en que cierras el local, se terminan buscando la vida tus empleados y te atrincheras en casa con lo mínimo”, dice, apuntando a la vía numantina, el hostelero madrileño Isidoro Sánchez. Cuando atiende a EL PERIÓDICO está saliendo del coma tras varias subidas y bajadas de la persiana de su discobar Huertas 41, en el Barrio de las Letras de Madrid.

Cuando llegó el coronavirus estaba pensando en expandirse y abrir otro local. Ahora se da con un canto en los dientes si las noches en que la Policía Municipal visita su negocio y mide la distancia entre mesas una multa no le estropea la caja del mes. “Esta crisis es más injusta que la de 2008 –dice Isidoro-. En aquella, si cometías un fallo el mercado te penalizaba; esta es más como si hubiera pasado un huracán, y todo es muy arbitrario”.

Lo dice porque acaba de venir de enyesarse un tobillo en el Hospital de Villalba, a 40 kilómetros de la calle Huertas, y ha visto en la cafetería del policlínico las mesas más juntas que en su discobar. El agravio comparativo y la amenaza de las deudas han agriado el ambiente del negocio: “Ahora en este sector los proveedores de refrescos ya no perdonan más de un mes. Y no hay otros a los que elegir”, cuenta.

Isidoro preferiría zombificarse a pedir prestado. De la crisis de 2008 sacó una máxima que aplicar a rajatabla después de haber vivido la experiencia de responder con bienes personales a los débitos de la empresa: “No te endeudes para pagar deudas; eso no tiene sentido”.

Manguerazos

Las ayudas que ha anunciado el Gobierno serán un consuelo… pero no para todos. La Confederación Estatal de la Pequeña y Mediana Empresa, CEPYME, ha advertido de que la concesión excluye a un 53% de los negocios.

En torno al primer manguerazo de ayudas, los préstamos ICO, la UATAE ha mantenido durante meses abierto un portal de denuncias de sus socios contra artimañas de las entidades financieras. “Recibimos un aluvión de quejas –cuenta María José Landáburu- porque algunos bancos han hecho lo que han querido con el aval del 75% del Estado, como colocarle al autónomo que pedía crédito ICO productos vinculados al préstamo, seguros, refinanciaciones de deudas anteriores… han hecho una utilización perversa de la intención que tenía esa ayuda”.

La deuda se arremolina en los rincones de los locales cerrados por la crisis, a veces nada metafóricamente, porque es ahí donde van a parar las cartas de los acreedores del negocio que ha dado el persianazo.

“Es normal que se genere deuda -dice Landáburu- porque la prestación por cese de actividad la utiliza el autónomo para vivir y dar de comer a la familia pero, mientras, no dejan de amontonarse los pagos del alquiler, los plazos de la furgoneta, las llamadas de los proveedores… Eso no tiene moratoria, ni siquiera el alquiler si el local no es de un gran tenedor”.

El Estado ayuda, y a la vez condena. En el despacho de Benages se están topando con “el problema de muchos autónomos, sobre todo de hostelería, que han tenido que cerrar pero su deuda sigue viva con las administraciones, que dicen mucho que van a ayudar, pero cierran las puertas a cualquier acuerdo. La Administración tiene el poder de embargarte la cuenta. Estamos viendo autónomos que, en cuanto logran cobrar algo de un cliente, Hacienda y la Seguridad Social se les lleva lo cobrado, sin acuerdo posible”.

Zombis

El retraso legal y compasivo de la obligación de presentar concurso de acreedores dio lugar a una primera definición en esta crisis de la empresa “zombi”: aquella que ya se habría derrumbado bajo el peso de sus pérdidas y deudas si no fuera por la moratoria.

Pero la moratoria genera vida artificial, vegetativa; y no poca. Un estudio de Iberinform -sociedad de Crédito y Caución, la mayor aseguradora de créditos de España- asegura que se ha convertido en zombi un 17,6% del tejido empresarial. En 2019, antes del covid, estaban en esa situación el 9,2%.

En este estadio de la crisis covid algunas pymes harán lo que sea para conseguir más oxígeno del banco. Incluso volver a comportamientos de los 90 para tapar descosidos. Lo sabe bien un veterano madrileño del recobro que, por haber sido amenazado por morosos profesionales, pide que no se publique su nombre: “He conocido empresas que han sacado dinero B del cajón para tapar sus deudas Aunque sea un disparate, así maquillan sus resultados para poder presentarse ante el banco a pedir nuevos créditos”.

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