En marzo de 2022 se cumplirán dos años desde que la Organización Mundial de la Salud declaró el coronavirus como pandemia mundial. Dos años marcados por una crisis sin precedentes en nuestra reciente historia. Capaz de paralizar, casi por completo, la actividad económica y empresarial en todo el globo. 

Una crisis que, sobre todo, ha tenido un alto coste en vidas. En España, la COVID-19 ha provocado ya 88.000 fallecidos. A nivel mundial, las cifras superan los 5,2 millones de personas.

Y una crisis que ha tenido, también, un impacto demoledor sobre nuestro tejido productivo. Nuestro país se situó entre los más afectados por la pandemia en 2020, con una caída del PIB del 11%, el mayor retroceso en 85 años.  

La llegada de las vacunas y su avance ha permitido ir viendo la luz al final del túnel. En España, el proceso de vacunación ha sido ejemplar, por su ritmo y su grado de extensión. Un éxito de país al que también hemos contribuido las empresas con el ‘Plan Sumamos. Salud + Economía’ de la Fundación CEOE, que ha permitido dar un impulso a la estrategia de vacunación en el marco de la colaboración público-privada.

Desde la primavera pasada, nuestra economía ofrece señales de recuperación, con una evolución especialmente favorable en creación de empleo, frente a lo ocurrido en crisis anteriores. Pese a todo, casi dos años después, siguen planeando incertidumbres que enfrían la intensidad prevista de esta recuperación: desde las presiones inflacionistas y el alza en los precios, en especial energía y materias primas, hasta los cuellos de botella en las cadenas de suministro o el riesgo que suponen las nuevas variantes de la enfermedad.

Los estrategas políticos subrayan la necesidad de aprovechar las crisis para afrontar reformas que en otro momento sería difícil acometer. Creo que ahora estamos en un punto en el que no sólo debemos tomar medidas para consolidar la recuperación económica sino, también, para promover cambios de fondo que permitan superar las debilidades estructurales de la economía española y avanzar hacia un modelo productivo más moderno y eficiente, con un mayor componente de innovación y de aprovechamiento de las nuevas tecnologías, más competitivo y sostenible. En definitiva, un modelo para hacer frente a los retos que vienen, como el del envejecimiento, el cambio tecnológico o la sostenibilidad, con unas bases más sólidas.

Para ello debemos impulsar reformas que garanticen la modernización del mercado de trabajo, aseguren la sostenibilidad del sistema público de pensiones, faciliten una fiscalidad más eficiente y competitiva y que permitan el saneamiento de nuestras cuentas públicas.

Esta transformación debe apoyarse, por un lado, en la inyección que van a suponer los fondos de recuperación europeos, más de 140.000 millones de euros que debemos aprovechar con inteligencia para acelerar los cambios necesarios. Por otro, en dos transiciones estructurales que son inevitables, como la digital y la ‘verde’, que debemos convertir en oportunidad para generar nuevas oportunidades de negocio y como motor de empleo.

Además, tenemos que reforzar la apuesta por la educación y la formación, con modelos que tengan como horizonte la empleabilidad; y por una reindustrialización con un alto componente de innovación.

Desde CEOE vamos a seguir trabajando para impulsar este proceso de transformación de nuestra economía, en el marco del diálogo social y apoyando a nuestros empresarios en lo que mejor saben hacer: emprender, generar crecimiento económico y crear empleo. En suma, contribuir al bienestar social y a la prosperidad de nuestro país.