El inicio de los ataques por parte del presidente ruso, Vladimir Putin, a Ucrania, un día después de declarar la independencia de las regiones ucranianas de Donetsk y Lugansk ha disparado el precio del petróleo, el barril de Brent --la principal referencia petrolera en Europa-- ha aumentado un 5% y cotiza por encima de los 100 dólares, el precio más alto desde el año 2014; mientras el gas, según el mercado de futuros holandés TTF --la referencia gasista en el continente-- se dispara un 21% y se sitúa en el entorno de los 110 euros, aunque todavía a cierta distancia de los niveles máximos cercanos a los 200 euros registrados en diciembre del año pasado. [Siga aquí las últimas noticias en directo sobre la crisis de Ucrania]

A la espera de conocer el efecto que tendrán las anunciadas sanciones que pretende poner en marcha Bruselas para amortiguar el golpe económico del conflicto, los inversores se han echado las manos a la cabeza por el temor a que el presidente ruso cierre el grifo de ambas materias primas sobre las que Rusia tiene una notable influencia. Según los datos de Eurostat, de 2017, el 40% del gas que se consumía en Europa provenía de Rusia, una cifra que supera el 30% en el caso del crudo, aunque el efecto de la dependencia de ambas materias primas sobre los distintos países europeos es muy diferente. En el caso español, la importación de petróleo en 2021 fue del 4,6%, según la Asociación de Operadores Petrolíferos (AOP), mientras la importación de gas ruso fue del 8,7%, según datos de la Corporación de Reservas Estratégicas de Productos Petrolíferos (Cores).

El incremento de los precios por la tensión en Rusia se suma a otras circunstancias. En el caso del petróleo comenzó en el tercer trimestre del año pasado, impulsado por una rápida recuperación de la demanda tras levantarse las restricciones por la pandemia del coronavirus ante el auge de la demanda, liderada por Asia, y la escasez de la oferta. Azuzado por el Kremlim, en las últimas semanas el crudo se instaló por encima de los 90 dólares.

Países como Iraq y Nigeria se niegan a acelerar el aumento de la producción para reequilibrar el mercado, mientras los principales importadores de petróleo han pedido a la Organización de Países Exportadores de Petróleo amplia (OPEP +), alianza de 23 naciones de la que forma parte Rusia, que produzca más rápido y presionen a países como Arabia Saudita para que agoten parte de su capacidad sobrante. La OPEP+ debe tomar una decisión, para bien o para mal, en su próxima reunión el próximo 2 de marzo, después de revisar nuevos datos sobre la oferta y la demanda.

Por otra parte, el país que dirige Vladimir Putin suministra alrededor del 40% del gas de Europa y buena parte de esta materia prima llega a través de un gasoducto que atraviesa Ucrania. El presidente ruso lleva meses dosificando gas para presionar a Europa. A esto se suma el anuncio de Alemania esta semana de suspender la certificación del Nord Stream 2, un nuevo gasoducto que transportaría gas a Europa a través de Alemania.

El canciller alemán, Olaf Scholz, decidió este miércoles paralizar el proceso después de que Moscú autoproblamase independientes las repúblicas del Donbás. "La situación ha cambiado", dijo entonces Scholz. El nuevo gasoducto está listo para entrar en funcionamiento a la espera de los certificados de operatividad, pero el canciller explicó que ha solicitado al Ministerio de Economía la retirada de un informe sobre la seguridad del suministro, un documento esencial para obtener la certificación final.

Seguridad de suministro

La comisaria europea de Energía, Kadri Simson, lanzó un mensaje de tranquilidad sobre la seguridad del suministro gasista esta semana en una visita a Madrid para reunirse con la vicepresidenta y ministra de Energía, Teresa Ribera. "La Comisión Europea está estudiando distintos escenarios si Rusia decide interrumpir parcial o totalmente las suministros a Europa. Pero para este invierno --que finaliza el 20 de marzo-- tenemos la situación bastante cubierta", aseguró Kadri Simson. Todavía más en el caso de España que, a falta de un mes para que finalice la temporada teóricamente más fría del año, cuenta con una almacenamiento subterráneo al 58%, según el operador del sistema gasista, Enagás. Esto se traduce en que si no llegara ni una gota de gas, el país podría ser autosuficiente durante aproximadamente 30 o 35 días.

La principal estrategia, tanto de España como del resto de Europa, es diversificar el suministro a través de otras vías de entrada como puede ser Noruega, país con el que esta misma semana se reunieron representantes de la Comisión Europea en este sentido. En el caso de España, antes del invierno Enagás adjudicó el doble de slots (derecho de reserva para desembarcar gas natural licuado un día determinado en una planta determinada) este año hasta un total de 145 slots, muy por encima de los 86 barcos que llegaron en el invierno anterior. De hecho, este mes de enero el 68,7% del suministro ha llegado por barco, a diferencia de enero del año pasado cuando llegó el 45,4% fue GNL. Solo el 5,8% del suministro fue ruso. Los principales países exportadores fueron Estados Unidos (34,6%) y Argelia (25,9%), según las cifras de la patronal Sedigas.

Y todavía hay margen para nuevas medidas. "España anticipó esta situación y todavía podemos tomar más medidas porque aún hay capacidad para dar más slots a las plantas de GNL", aseguraba esta semana el presidente de Enagás, Antonio Llardén.

Gasolina y luz

El principal problema a priori que se agudiza con este conflicto será el efecto del precio de ambas materias primas en la inflación que afecta directamente al bolsillo de los consumidores. Y la primera consecuencia se podría ver a través de dos suministros básicos, la gasolina y la electricidad.

Los movimientos de la cotización del petróleo no impactan directamente en el precio de venta de los carburantes, pero sí en el de los mercados mayoristas de estos derivados. El precio del crudo supone alrededor del 40% del precio final, mientras que el resto son esencialmente impuestos. De esta manera, aunque el precio del petróleo baje muchas veces no se refleja en las gasolineras. Pero en cambio sí que se nota con mayor rapidez cuando sube. Es lo que la entidad supervisora, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) denominó 'efecto cohete' en las subidas y 'efecto pluma' en las bajadas. Aunque su efecto puede ser más o menos percibido, según la competencia existente en el mercado. El ministerio de Transición Ecológica cuenta con un buscador para ver cuáles son las estaciones de servicio más caras y más baratas.

El caso de la electricidad es muy similar. El efecto del alza del precio del gas incide en el precio de la electricidad del mercado mayorista al regirse España por un sistema marginalista de fijación de precios en el que la última tecnología en casar oferta y demanda fija el precio para el resto. La última tecnología suelen ser los ciclos combinados --que queman gas natural--, pero sobre todo la energía hidráulica --que fija su precio en función del coste de oportunidad: ¿qué supondría que no entrara la hidráulica? El precio de la energía solía suponer entorno al 30% de la factura de la luz, junto a un 20% para los impuestos y un 50% de los costes regulados, pero ahora es un poco más elevado ante la rebaja fiscal. En la actualidad, el precio de la electricidad se sitúa en máximos históricos, por encima de los 200 euros, aunque todavía lejos de los 400 que llegó a rozar el pasado mes de diciembre cuando el gas cotizaba en el entorno de los 174 euros.