Las empresas más competitivas son las que tienen más conocimiento, y el conocimiento hoy en día se puede extraer a partir de los datos. La inteligencia artificial (IA) optimiza los procesos en las empresas, ahorra costes y mejora la gestión de la información y el conocimiento. Las hace más productivas y competitivas. Aplicada al ámbito de la salud tiene un gran impacto social, permite diseñar nuevos softwares sanitarios y sirve de palanca a la industria farmacéutica para acelerar el desarrollo de fármacos. Sin embargo, existe en nuestro país un gran déficit de perfiles profesionales cualificados para su aplicación.

 Así se ha puesto de manifiesto en la conferencia “El impacto de Ia inteligencia artificial sobre las empresas y la sociedad”, organizada conjuntamente por la Fundación para la Ética de los Negocios y las Organizaciones (Étnor) y la Asociación Valenciana de Empresarios (AVE). La conferencia se enmarca en el XXXI Seminario Permanente de Ética Económica y Empresarial de Étnor que en esta edición lleva por título “Inteligencia artificial: ¿Oportunidad o amenaza para la democracia?” 

Ángel Alberich, Doctor en Ingeniería Biomédica y fundador y director de la empresa Quibim (Quantitative Imaging Biomarkers in Medicine), y Jon Ander Gómez, profesor titular de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) y cofundador y CDO de la empresa spin-off Solver Machine Learning, han expuesto, desde la experiencia de sus proyectos, dos casos de aplicación práctica de la IA con impacto en la empresa y en la sociedad. Miguel A. Juan, patrono de Étnor y fundador y socio director de S2Grupo ha moderado el debate que han introducido Pedro Coca, presidente de Étnor, y Agnès Noguera, consejera de Libertas7, vicepresidenta de AVE y vocal de la ejecutiva de Étnor, que ha destacado la importancia de abordar el efecto de la IA en las empresas, en su competitividad, mejora de calidad de vida y, sobre todo, su efecto en la sociedad, así como los retos y oportunidades que supone. 

 

La IA en el ámbito sanitario 

Según ha explicado Ángel Alberich, Quibim se constituye en 2012 con el propósito de hacer de la interpretación médica de las imágenes un proceso más objetivo. La IA permite extraer parámetros de esas imágenes, calcularlas, almacenarlas en grandes bases de datos y vincularlas con la evolución clínica del paciente. La compañía, con 70 trabajadores de 9 nacionalidades diferentes y que inició su expansión internacional en 2020, orienta su negocio a dos tipos de clientes. Por un lado, los hospitales, a los que provee de sus softwares sanitarios, debidamente certificados y validados por agencias sanitarias. Suya es una de las tres herramientas aprobadas en el mundo para la biopsia virtual de cáncer de próstata y está a la espera de recibir la aprobación de la Agencia Estadounidense del Medicamento (FDA) para el cerebro. El segundo gran cliente de Quibim, explica Alberich, es la industria farmacéutica, que, con el seguimiento de la eficacia terapéutica a partir de las imágenes, acelera el desarrollo de los fármacos para tratamientos oncológicos.

Los ponentes, con los organizadores del acto antes de comenzar la sesión. @jc_barbera

 

IA y competitividad 

Solver Intelligent Analytics tiene su génesis en una experiencia de éxito en 2014, dos años antes de su constitución, cuando sus fundadores desarrollan un software a demanda de una comercializadora de electricidad que buscaba mejorar su predicción en la orden de compra de energía. “Bajaron el error de predicción de un 10% al 1,5%”, expone Jon Ander Gómez, “y supuso un gran ahorro para la compañía al reducir las penalizaciones por desvío en la estimación”. A partir de ahí, su cartera de servicios a empresas se orienta al mantenimiento predictivo, que supone un gran ahorro de costes, y a la predicción de demanda en el sector del retail. También a la predicción de ventas, de la ruptura de stock y a la gestión documental.

 

Perfiles profesionales 

Los ponentes consideran que en nuestro país existe un déficit de profesionales cualificados para trabajar con modelos de IA, en momento de gran demanda. En opinión de Gómez, la IA no está destruyendo puestos de trabajo, al contrario, “está creando más”, y considera que la formación de las personas tendrá que adaptarse a “la nueva realidad”, que ya en etapa preuniversitaria se debe “entrenar” para desarrollar el “pensamiento computacional”. Y asegura: “la IA no es un gasto, es una inversión, impacta en la productividad y la competitividad de las empresas”.

 

Este déficit de científicos de datos y de empresas que realizan el “etiquetado” de datos que requiere el aprendizaje de la IA es una pérdida de oportunidad, en opinión de Alberich, que considera que España debería plantearse que la educación STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) se imparta “prácticamente por defecto”, junto con la formación en valores. El fundador de Quibim alude también a la vertiente ética de la aplicación de la IA, que no proporciona “un acierto del 100%”.

 

Los ponentes han concluido que la aplicación de la IA genera valor, al permitir automatizar determinadas tareas intelectuales y contribuir a la mejora del proceso de toma de decisiones. Pero no es factible sustituir a las personas en otros cometidos de mayor responsabilidad. En su opinión, la IA debe aplicarse siempre como una herramienta de apoyo a las personas.