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La hostelería valenciana recupera el pulso pero estudia subir precios por la inflación

Los bares y restaurantes triplicaban su actividad a las puertas de la guerra y ya rondan los niveles de empleo previos a la pandemia, pero la inflación y el pago de los créditos covid ponen en guardia al sector por la reducción de márgenes

Una pareja degusta una cerveza en un local hostelero de València durante Semana Santa. | J. M. LÓPEZ

La hostelería valenciana reviscola tras la pandemia. Las restricciones sanitarias prácticamente han desaparecido y la exitosa Semana Santa ha insuflado, además de liquidez a sus maltrechas cajas, un optimismo muy necesitado por los profesionales del sector tras dos años de sufrimiento e incertidumbre. Sin embargo, nuevos nubarrones se ciernen sobre los bares y restaurantes valencianos como consecuencia de la guerra de Ucrania, que ha agravado el auge de los precios de la energía y de las materias primas hasta llevar la inflación a niveles no vistos en casi 40 años. Endeudadas tras la crisis sanitaria y tensionadas por el aumento de sus costes productivos, la hostelería explora salidas y no descarta tener que subir tarifas.

Así lo admite en declaraciones a este diario Manuel Espinar, presidente de la patronal hostelera de la Comunitat Valenciana Conhostur. «Cada uno debe adaptarse a su nicho de mercado y ver si puede asumir o no esa subida de precios», dice Espinar, que rechaza apostar por una estrategia compartida para todo el sector ya que «es muy complicado calcular los índices de elasticidad» del sector en plena escalada de precios. «El presupuesto del ocio se lo comen ahora los gastos domésticos como la luz o la gasolina», defiende.

Aquellos que optan por no subir precios están aplicando lo que Espinar llama «variabilidad en las cartas». Es decir, que estos establecimientos «eliminan los productos que están sufriendo unas mayores subidas de precio y que no se pueden repercutir en el consumidor y buscan un producto más estable o con más margen», explica.

Además, el dirigente de la patronal autonómica y miembro de la organización nacional Hostelería de España apunta otro peligro. «Hemos empezado a pagar los créditos ICO que tuvimos que solicitar durante la pandemia. Seguimos con la mochila cargada de deudas y con el problema añadido de que los márgenes de explotación se han minimizado por esa subida de costes por la energía y las materias primas. Si a esto se le suma la espiral inflacionista y unos costes laborales mucho más elevados, estamos casi peor que en la pandemia», advierte.

Por eso, pese a las excelentes cifras de Semana Santa y las buenas perspectivas que se manejan de cara al verano, Espinar no tira las campanas al vuelo y pide «cautela», ya que «la situación macroeconómica es compleja y todavía puede haber sustos».

Mejor guerra que pandemia

Pese a esa cautela hostelera, los datos oficiales apuntan a que la guerra de Ucrania está afectando mucho menos al sector de lo que lo hizo la pandemia. Según las últimas cifras publicadas por el INE sobre la actividad en el sector servicios, la hostelería valenciana cerró febrero, el mes del estallido del conflicto bélico, multiplicando por 3,5 sus ventas —que no beneficios— respecto al año previo y rozando los niveles de 2019. Es con diferencia la actividad que más fuerte repunta respecto al mismo periodo del año anterior y además lo hace el doble que la media nacional.

En cuanto al personal ocupado, el INE recoge un aumento interanual del 14,5 % en los negocios de hostelería de la C. Valenciana y de un 11,6 % solo entre enero y febrero. La media del sector servicios es del 3,3 %. «Estamos en el nivel de empleabilidad de 2019 pero con cifras de negocio inferiores, lo que significa que muchas empresas siguen trabajando a pérdidas», cierra Espinar.

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