Opinión | Energía
Sube el precio del gas: ¿crisis u oportunidad?
La energía debería ser la prioridad de la política económica española, con regulaciones que ofrezcan seguridad jurídica para permitir desarrollo industrial, empleos de calidad, más productividad y mejores salarios
Hasta la pandemia, Europa lideraba la transición climática mundial con una reducción de emisiones de dióxido de carbono del 30% desde la crisis de 2008. Y encabezaba también el desarrollado tecnológico e industrial de la transición energética. Pero China nos ha superado ampliamente, especialmente en la producción de placas fotovoltaicas y de coches eléctricos, con el 80% de la cuota mundial de producción, pero también en la de molinos eólicos y ahora, además, en las baterías de acumulación que es la nueva revolución que ya se ha activado.
La estrategia era priorizar la inversión en energías renovables: se empezó con la eólica y luego la siguió la fotovoltaica, y el gas como respaldo para compensar su variabilidad. El coste del gaseoducto ruso era muy inferior al de los barcos y Alemania entregó su estrategia industrial y su principal pilar de su modelo económico a Vladímir Putin. Pero tras la pandemia aumentó la demanda mundial de gas y comenzó a subir el coste de gas transportado por barco. A ello hay que añadir que, a raíz de la guerra de Ucrania, Putin redujo drásticamente el suministro de gas. Esto coincidió con el grave error estratégico de Alemania de cerrar sus centrales nucleares antes de que la tecnología permita tener una fuente alternativa y a costes competitivos para su industria.
Perder ventaja
Alemania ha reducido en un 20% su consumo de gas desde antes de la crisis sanitaria y ha sustituido el gas ruso por gas procedente de EEUU, principalmente del fracking que Europa rechazó desarrollar localmente por motivos ambientales. Al mismo tiempo, las ventas de coches eléctricos han explotado y la industria europea, que había negado esa revolución, ha perdido su ventaja competitiva mundial.
El precio del gas de referencia europea cotiza próximo a 50 euros megavatio, el doble que hace un año. Las reservas son suficientes para pasar este invierno y no es previsible llegar a los precios que vimos en 2022, pero con estos costes la competitividad de la industria europea empeora, los márgenes disminuyen, se reduce la inversión, continuarán los cierras de fábricas y la destrucción de empleo, y también el auge de la extrema derecha en las regiones afectadas, principalmente Alemania y Francia.
Como ya ha advertido Mario Draghi, o Europa reacciona rápidamente y mejora su competitividad o el Estado de bienestar no es sostenible y llegarán los recortes y la crisis social, política e institucional. En España estamos inmersos en una crisis institucional desde 2008 y, paradójicamente, la crisis del gas puede ser una oportunidad para salir de ella. La clave es aprovechar nuestras mejores condiciones de sol y viento respecto a los competidores europeos y no cometer errores, como han hecho los alemanes cerrando las nucleares antes de tiempo y los franceses retrasando la inversión en renovables para proteger a su industria nuclear.
El precio de referencia europea cotiza en la actualidad próximo a los 50 euros por megavatio, el doble que hace un año
Los índices PMI son encuestas de expectativas de las empresas industriales; el diferencial entre el español y el alemán está en máximos desde que nació el euro en 1999. La causa principal es el cambio de paradigma energético que favorece a nuestra economía y por primera vez desde la Revolución Industrial nos permite tener ventajas comparativas de costes energéticos. En 2025, la energía fotovoltaica será la que tenga mayor potencia instalada y, junto con la eólica, supondrán ya el 50%. Ha costado mucho desarrollar, principalmente por la burocracia, pero ahora en horas de sol hay exceso de producción y los precios bajan significativamente.
Para el consumidor es una excelente noticia pero para los productores supone vender por debajo de los precios previstos, lo que reduce drásticamente la rentabilidad del capital y frena en seco la inversión. La solución son las baterías de acumulación, que están bajando de coste a toda velocidad, que ya son competitivas con las ayudas de los fondos Next Generation y que pronto serán competitivas sin subvención. Y también las centrales hidráulicas de doble bombeo, sector donde España es líder mundial en tecnología e ingeniería.
La acumulación es la tecnología que reducirá la dependencia de la economía española y nos garantizará un suministro energético a costes muy competitivos para impulsar el desarrollo industrial y crear empleos de calidad, con mayor productividad y mejores salarios. Y cerrará las centrales nucleares por no ser competitivas, como ha sucedido con las térmicas de carbón.
Al ser una tecnología nueva, necesita una nueva regulación que dé seguridad jurídica para que la rentabilidad esperada de los inversores incentive la inversión.
Oportunidad perdida
La energía debería ser la prioridad de la política económica española para mejorar nuestra competitividad, como pide Draghi y como lo es ya para el Gobierno chino y como lo será para Donald Trump. Lamentablemente, el Gobierno central no para de poner impuestos a la electricidad y la inversión. También varios ejecutivos autonómicos -como acaba de hacer Galicia- quieren aprobar regulaciones que limitan la inversión en renovables y aumentan los costes para reducir la competitividad.
Asimismo, muchos ayuntamientos aspiran a que las plantas de renovables les paguen un nuevo polideportivo con piscina climatizada aumentando los costes y deteriorando la competitividad. Y los ecologistas se niegan en muchos casos al desarrollo de renovables, por lo que la alternativa es consumir gas más caro y aumentar las emisiones y el cambio climático, mientras que muchos vecinos de zonas rurales, la mayoría pensionistas, prefieren mantener sus paisajes y rechazan avanzar en renovables, limitando el desarrollo industrial y la creación de empleos con mejores salarios para seguir pagando su pensión en el futuro.
Si España no quiere aprovechar la oportunidad, la inversión se irá a Portugal.
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