La caída del consumo lleva a la UVI al conejo valenciano
El éxodo del campo a la ciudad y, sobre todo, el descenso en la ingesta de esta carne han provocado que en solo seis años se hayan reducido en un 45 % las granjas de conejos en la Comunitat. El sector ve en la diversificación del producto una salida a la crisis.

El matadero de Lucena / Levante-EMV

La Unió Llauradora lanzó el grito de socorro la semana pasada: el sector cunícola valenciano está para el arrastre. En solo seis años han desaparecido casi ochenta granjas en el sector. La disminución es del 45 %: desde 166 que había en 2018 a las 90 que quedaban en 2024. ¿Qué está pasando? Hay dos expliciones en boca de los profesionales de esta actividad: el consumo se ha hundido y la falta de relevo en las explotaciones.
Alejandro Sahera es el propietario del matadero Penyagolosa de Lucena y también de una granja en Atzeneta del Maestrat, ambas poblaciones en el interior de Castellón. Asegura que se trata de un negocio rentable, pero, como otros del campo, poco atractivo para unos ciudadanos más volcados en el mundo urbano. Como explica Arturo Monfort, que trabaja en la granja de Sahera, «la ganadería solo se puede hacer en los pueblos, pero la gente no quiere ese trabajo, entre otros motivos porque tienes que estar presente todos los días». Así que no hay relevo. La situación es preocupante, porque en estos momentos solo uno de los 90 propietarios del sector tiene entre 20 y 30 años. Otros tres están entre 30 y 40, quince, entre 40 y 50, y el «resto está para jubilarse», indice Sahera.
Animal
Y se trata de un trabajo que no es fácil, porque el conejo es un animal «muy delicado, que requiere que las instalaciones estén muy limpias, que la comida sea de calidad y a los que no les gustan los cambios de temperatura». El proceso no es muy diferente a la crianza de otros animales. Los conejos están en las granjas desde su nacimiento hasta los dos o dos meses y medio, que es cuando son enviados al matadero. 800 cada semana de media en la de Atzeneta, donde tienen un total de 1.200 madres reproductoras. Cada una de ellas se hace cargo de ocho gazapos: «Si tienen más les quitamos y si tienen menos les ponemos de otras madres. No reconocen a sus hijos, pero el sentido de la crianza lo tienen muy elevado», explica Monfort.

Granja de conejos en Atzeneta de Maestrat / Levante-EMV
No hay gozo sexual en la concepción, porque las conejas quedan preñadas por inseminación artificial. La granja adquiere el semen a una firma especializada que se encuentra en Aras de los Olmos. Los hay de diferente tipo que producen distintos tipos de animales: blancos, negros, para engorde o para maternal, de donde proceden las que se reservan para hacer el relevo a las madres. Monfort cuenta otras peculiaridades de este tipo de producción. Y es que, a partir del tercer parto, las madres pueden hacerse cargo de diez gazapos en condiciones adecuadas. No en verano, cuando sufren los rigores del calor. Otra curiosidad es que es a partir de los cuatro meses cuando empieza a haber diferencias entre machos y hembras. Hasta ese momento, no se distinguen unos de otros «cuando se les extirpan los órganos sexuales» de cara a su consumo como carne.
Precisamente esta variable es una de las que, según los integrantes de este sector ganadero, más está incidiendo en la crisis de la cunicultura: no se come conejo en las cantidades de antaño a pesar de «ser la principal carne de la dieta mediterránea», según apunta Sahera. ¿Por qué? Tanto él como Monfort añaden dos motivos principales: el hecho de que entre muchos jóvenes el conejo es considerado una mascota y, por tanto, no se come, y en que se trata de una carne de más difícil cocción, motivo por el que el consumo se circunscribe en muchas ocasiones a la paella.
Manjar mediterráneo
La cuestión es que la ingesta de la carne de conejo se ha reducido en los últimos años en torno a un 50 %, al pasar de 1,5 kilogramos a 700 gramos por persona al año, según el empleado de la citada granja castellonense. El propietario de la misma y del matadero, que produce 400 toneladas al año de carne que se distribuye en carnicerías de toda España, añade que una de las claves de futuro está en proporcionar a este producto otras formas para un consumo más fácil.

Carne de conejo procesada / Levante-EMV
Es lo que hace a diario Inés Lecha en Inés Carnisseria, ubicada en l’Alcora, quien asegura tener gran éxito con las hamburguesas que elabora a partir de carne de conejo deshuesado que le suministran del matadero. Se trata de un producto fácil de cocinar y muy sano que tiene tirón entre las personas que están a dieta o entre los deportistas. En esta carnicería castellonense vendieron en la última semana 200 hamburguesas. «La gente mayor está acostumbrada a dedicar tiempo a hacer guisos con conejo, pero a los jóvenes hay que dárselo con diferentes formas, como abierto sin huesos para hacerlo a la plancha o en hamburguesa», apunta Inés Lecha. Arturo Monfort añade otras formas que habría que promover, como las albóndigas o los embutidos, para lograr que el sector cunícola remonte el vuelo.
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