Empleadas del hogar, tras la dana: "No me dieron una explicación, solo me dijeron que ya no me necesitaban más"
Cuatro meses después de la riada, miles de empleadas del hogar no han vuelto o han perdido sus trabajos, dejando su economía «al límite»
Piden una autorización residencial temporal ante la situación excepcional

Natividad Isaza, dentro de su vivienda en Alaquàs, esta pasada semana. / Francisco Calabuig

Hace cuatro meses y medio desde que la dana causó un shock para centenares de miles de personas residentes en la provincia de Valencia. Un golpe –tanto social como económico– del que la mayoría de estos ciudadanos todavía no ha podido recuperarse. Sin embargo, cuando una catástrofe de tal magnitud impacta con fuerza en la sociedad, son los grupos más vulnerables los que padecen alguna de las peores consecuencias. Una realidad que se ha repetido tras unas riadas del 29-O que han dejado al borde del abismo a un colectivo, el de las empleadas del hogar.
"Viven una situación complicada y va a peor". Quién habla es Dolores Jacinto, coordinadora de la Asociación Intercultural de Profesionales del Hogar y los Cuidados, que explica cómo la tragedia ha provocado que miles de trabajadoras de este sector vean actualmente su economía "al límite". No en vano, los daños que el agua generó en infraestructuras claves para la movilidad como el metro han provocado –señala Jacinto– que "la mayoría no haya vuelto" a sus puestos. Mientras, en otros casos, "al no poder desplazarse a sus empleos, los perdieron", añade.
"No pude volver a ir porque no había autobús"
Ese fue el caso de Natividad Isaza, una mujer colombiana llegada hace poco más de un año a Alaquàs que, a sus 62 años, cuidaba como externa a una mujer mayor en Picassent. Allí iba una vez a ala semana desde su vivienda ubicada el municipio de l’Horta, aunque días después de la dana –cuenta– "iba a empezar a ir tres veces por semana". Una noticia positiva que se truncó con la catástrofe. "No pude volver a ir porque no había autobús. Entonces me dijeron que iban a tener a una persona para cuidar hasta que yo pudiera", relata. Sin embargo, dos semanas después de ese anuncio y por mensaje, la despidieron. "No me dieron una explicación, ni las gracias, solo me dijeron que ya no me necesitaban más y me eliminaron del grupo de whatsapp en el que estaba la familia" cuenta.
Esa decisión de no poder continuar trabajando, remarca Isaza, "emocionalmente fue terrible". "Yo sobrevivía con esos ingresos", que eran de 130 euros a la semana. Con ellos, sin ir más lejos, era con los que podía mantener –siendo la única con empleo– un hogar compuesto por ella, su hijo, su nuera, una nieta de seis años y otro que todavía tiene meses.

Natividad Isaza, dentro de su vivienda en Alaquàs, esta pasada semana. / Francisco Calabuig
Mujeres cabezas de familia
Un caso, el de Isaza, que no es único. Porque como explica Jacinto, el perfil "más habitual" entre las trabajadoras del hogar es el de mujeres "que son madres, que son cabeza de familia, donde unas tienen hijos aquí y otras en sus países de origen". Además, en muchos casos, al "no estar administrativamente reguladas, no tienen el salario que les corresponde", cobrando algunas de ellas "la mitad del salario mínimo interprofesional". Una problemática que va más allá de la garantía de ingresos.
Porque como explica la coordinadora de la asociación, al vivir en muchos casos sin empadronamiento –y no haber entrado en muchos casos en la regularización extraordinaria por la dana a 25.000 personas llevada a cabo por el Gobierno– "no pueden acceder al paraguas social y se quedan marginadas". "La tragedia ha puesto de manifiesto que hay víctimas de primera, de segunda y otras que directamente no se las considera", resalta Jacinto, que reclama a las administraciones que "las compañeras que están trabajando merecen tener los mismos recursos y derechos". O lo que es lo mismo, que "por estar en situación irregular administrativamente, no pueden ser invisibilizadas".
"He ido a servicios sociales en Alaquàs y me dicen que, como estoy empadronada en València, no nos pueden ayudar", destaca Isaza, que señala también que va a seguir yendo con su nuera a "llevar papeles" en busca de una solución. "Se siente muchísima impotencia y desamparo. Yo llegue en febrero del año pasado aquí y no conozco a nadie, pero no me quiero volver a mi país", añade.
Frente a este contexto y a que muchas de estas trabajadores tenían un empleo o una vivienda allí, Jacinto destaca que desde su asociación "estamos intentando mejorar su situación", pidiendo para ello un "arraigo por circunstancia sobrevenida". Es decir, una autorización de residencia temporal para personas de fuera de la Unión Europea por circunstancias excepcionales como puede ser el caso de la dana y sus consecuencias. Una petición para el que, desde la asociación, demandan más facilidades, recursos y que la respuesta al trámite se haga "con brevedad". "Las personas solicitantes de protección internacional no deben desistir de ese proceso para solicitar el arraigo por circunstancias sobrevenidas dana", incide Dolores Jacinto sobre una vía que, de conseguirse, puede abrir "un hilo de esperanza" para miles de personas.
Un empleo para subsistir
Una esperanza que, al menos de otra forma, ya ha llegado en los últimos días a Isaza. "La semana pasada conseguí un empleo cuidando a una señora de Benetússer. Es de cuatro horas tres días por semana, los lunes, los miércoles y los viernes", reconoce. Gracias a ello gana 120 euros semanales y "están contentos conmigo", una visión que –explica– le ha devuelto un poco la ilusión porque "ves que alguien valora el trabajo que haces".
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